Uno de los viajes que más agrado me producen es el que me introduce por esta tierra nuestra, ahora mustia por la sequía, con los embalses vacíos o al mínimo de su capacidad.
Un viaje donde siempre interviene la memoria. Uno se retrotrae a otros momentos de la historia, sabiendo que los pueblos, los montes, los caminos, la expresión de la Naturaleza, obedece un poco a los cambios propios de cada estación, aunque de soslayo nos ronronee ese cambio climático que no acertamos a entender, pero que tan pronto nos ahoga como nos deja secos.
El invierno se nos resiste cuando más falta nos hace.
Hasta el pantano de Ruesga, el primer embalse construido en la cuenca del Duero (1923), que siempre se reserva, y que en sus inicios tenía como misión abastecer el Canal de Castilla, se encuentra en uno de los caudales más bajos de su historia.
Le sigue el embalse de Camporredondo, término donde se sitúa la presa y que impresiona a los viajeros que se detienen a observarlo desde el mirador de Alba. Hemos de recordar una vez más que el agua de estos pantanos ha sido determinante para el Sur, donde han cambiado los cultivos tradicionales de secano por otros más rentables.
Y finalmente, el embalse de Compuerto, una obra finalizada en 1960, con una capacidad de 95 millones de metros cúbicos.
Vamos camino de Palencia donde nos aguarda Fernando Martín Aduriz, para programar con el Ateneo historias relacionadas con esta tierra. No voy a desvelar nada hasta que avancen los primeros proyectos, que hemos colocado a buen recaudo en manos de una joven historiadora, Cristina Parbole, porque necesitamos savia nueva y necesitamos que todos los palentinos se impliquen en la defensa y la promoción de su tierra.
A ver si llueve o nieva mientras...
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