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Agustín Fernández Merino | Origenes | Montaña Palentina Agustín Fernández Merino

Agustín Fernández Merino

«El turismo es una buena opción siempre que no se masifique»

+Agustín Fernández Merino [investigador]


Este perniano vive en Zarzalejos, cerca de El Escorial lo que le permite ahondar en la investigación. Agustín Fernández ha pasado recientemente por siete programas de televisión, uno de ellos "Fuerzas ocultas" con temas de Alquimia, sobre licores y todo lo relacionado con la Biblioteca de El Escorial.
Agustín nació en el pueblín de Lores, el mismo que reza la canción. Estudió el bachiller en Salamanca y Leganés y realizó las carrera de Filosofía y Teología en Salamanca y El Escorial. Es también licenciado en Ciencias por la Universidad Complutense. Ha publicado Un Catálogo de Impresos Gráficos de la Biblioteca del Escorial, una de las bibliotecas más viejas del mundo y casi desconocida. Cuando se celebró el centenario del francés Prust, estuvo en Segovia con su buen amigo Felipe Calvo, a quien admiraba. En una edición del programa 1, 2, 3 sacó a relucir el asunto de la Milenrama (Archillea millefolium), conocida planta medicinal que tanto embellece el jardín farmacológico perniano, de la que afirma: «Es uno de los ingredientes de uno de mis licores preferidos, conocido como delicuescencias de San Posidio». Ahora trabaja en una ambiciosa obra, «El Tesoro de los remedios secretos» de Conrad Gesner. Se trata de la biografía y el estudio de la obra de Gesner, uno de los grandes genios del Renacimiento, casi desconocido en el mundo de habla hispana; padre de la farmacología, autor de la primera enciclopedia del mundo, que tenía por todo arma un huerto de plantas medicinales y un libro de fósiles...



Froilán De Lózar  |  LORES


-¿ Es cierto que nuestra tierra es abundante en muchas de las cosas que usted investiga?

-La tierra se formó hace 4500 millones de años. La vida apareció en torno a los 3000. A partir de los 600 millones de años, son muy conocidos los fósiles... Esta tierra es muy abundante en fósiles del carbonífero.

-Su vínculo con la montaña le ayuda a escribir después un libro de licores, o eso tiene otra lectura diferente?

-La montaña me ayuda mucho porque aquí está la materia prima. Aquí encuentras los fósiles silvestres, las raíces, las plantas que van a dar color, olor y sabor a los licores. Aquí abunda la frambuesa, el té, la manzanilla; plantas y frutos que son bien conocidos como las moras, el endrino, la amaílla, los arráspanos, las grosellas, fresa del bosque, escaramujos, mora de la reina...

-Dejemos por un momento los asuntos relacionados con la investigación y dígame, ¿cree que el futuro de este pueblo ha de pasar por el turismo?

-Puede ser una buena opción, siempre que no se masifique.

-¿No le parece un contrasentido?

-Bueno, tiene que venir una cantidad significativa para que la gente pueda vivir. Esta zona, para la tercera edad, ofrece rutas y caminos ideales, con muy poca pendiente. Y hay una cosa muy clara: ¿para qué queremos este paisaje espléndido sí no lo ve nadie. Por otra lado, la gente se está sensibilizando con el respeto al medio ambiente.

-¿Tiene sentido aferrarse tanto a las raíces?

-Es un sentido relativo. Es uno de los puntos de mira del hombre: Hay que mirar al futuro, pero también hay que mirar al pasado.

-A usted le apasionan las cuevas, ¿hay muchas por aquí?

-Si, la cueva del Neredo tiene huesos incrustados en la roca... Otra cueva singular es la de Los Ratones, que tiene una historia muy curiosa. Aquí se decía que, uno dejaba de ser niño cuando ya no podía pasar por ella.

Las leyendas de las cuevas del entorno constituyen una de las principales inquietudes y aficiones de Agustín, "Cuando nosotros descubrirnos la Cueva del Neredo, se contaba que un sacerdote había entrado con un brazo de velas y como se le agotaron no pudo llegar hasta el final», recuerda.

CUADERNO DE NOTAS

Este profesor del norte de Palencia rememora también otra leyenda que, según asegura, no ha sido publicada en ningún sitio y que puede resultar curiosa para la gente. Agustín relata que existía la creencia de que en esa cueva estaba enterrada una caldera de cobre llena de oro. Tomaron la leyenda al pie de la letra y decidieron buscarla. La bóveda de la cueva es de caliza y la parte baja es de tierra. Varios vecinos del pueblo estuvieron cavando y sacando tierra durante bastante tiempo. Hicieron un pozo y una galería, colocaron mampostería -como se hace en las minas-, hasta que, cansados de cavar, sin rastro de la caldera, buscaron los servicios de una adivinadora de Santander. Para acceder a la Cueva hay que subir una pendiente muy empinada, que resultó demasiado fuerte para las piernas de la adivina, por lo que tuvieron que subirla en brazos desde la orilla del río. Cuando se acercaron con la adivina a lo alto de la cueva y la preguntaron por el lugar donde debían cavar para encontrar la caldera, la adivina, tras una inspección, dijo que en aquella cueva no había nada de oro. Enojados, los que la llevaban, estuvieron a punto de tirarla por el pozo. Tras esta decisión, un mito más quedaba roto», afirma.

Resumen de la entrevista publicada en el Norte de Castilla a finales del pasado siglo
Sección: "Protagonistas de la montaña palentina"

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