Cualquier tiempo es bueno para quejarse y, en este verano que se nos fue, más. En Cervera de Pisuerga se concentraron casi medio millar de almas y, al frente, muchos alcaldes de todos estos pueblos y comarcas empujados por la enfermedad. Sí, porque son enfermos del sistema. Enfermos crónicos. Enfermos, que vienen intuyendo que los Diputados (que son a este efecto, los médicos), no abordan un problema que se extiende y que amenaza con ocuparlo todo. ¡Qué digo! Diputados que abandonan al pueblo, que lo dejan a la deriva, que sólo miran para su culo y su cartera.
No se engañen, nadie está a salvo de un accidente o de un infarto, y es en ese momento cuando uno busca desesperado la cura de urgencia; cuando encuentra todas esas ausencias por las que protestan estos días unos poquitos lugareños: ambulatorios cerrados, falta de personal, medios insuficientes para salvar una vida, que puede ser la vida de cualquiera.
Y no le voy a poner peros a esta manifestación, ni voy a decir si estuvo bien o mal lo que dijeron, ni voy a criticar a quienes no dijeron nada. Creo que hemos tardado demasiado en juntarnos y rebelarnos, y que más que todo lo que podamos decir cuatro tertulianos por interesante y necesario que parezca, es la marcha decidida de alcaldes y vecinos.
Que no basta para mover las entretelas de ese gobierno que intuye lo que significa cerrar consultas en los pueblos más grandes, pero que no atiende las llamadas de nadie, que ninguna autoridad vuelve los ojos a estas zonas apartadas; que algunos de los que lo padecen hacen como que no lo saben, esperan hasta que les anuncian la metástasis.
¿Y qué vamos a ganar con el silencio?
Ya tienen un ejemplo en el pueblo zamorano de Porto, que amenazó con pasarse a Galicia si la Junta seguía mirando para otro lado.
De la sección "La Madeja", para Diario Palentino
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