ORÍGENES

15 junio 1997

Los caminos de la montaña
junio 15, 19970 Comments

Los caminos de la montaña, como los del Señor, son inescrutables. Te llevan por lugares que nunca pisaste a la cima de las más altas cúspides. Una de las visiones más increíbles la tuve en la Sierra de Brañosera, por encima del refugio “muerto” del Golobar.

 

Hacia un lado, la cuenca minera, como valle encantado: “luz de Madrid” –dijeron los cronistas de la época–. Hacia otro lado, como eslabón de una cadena interminable, un montón de montañas que escalonadamente te van alejando de la tierra: Sestil, Cueto Mañin, el Cuchillón, Pico Tres Mares y Peñalabra”. Muchos de ellos sé que existen, que están allí enclavados, los reconozco cuando me los nombran; los viejos del lugar me los señalan, pero lejos de este contorno a más de uno no acertaría a situarlos sin un buen mapa delante de los ojos.

Hace ya algunos años, por la puerta de Herreruela de Castillería llegamos a la Cueva del Cobre, después de atravesar los lugares del Cuadro y la Centella, donde compartimos café con los pastores extremeños. Lugares de Sotosorrocedo, el Desanche y las Babosas; las Adras, Campullao; en Celada, la garganta de las traviesas y Tejedo en terrenos de Redondo. A medida que asciendes, tal y como el gran angular de una buena cámara, la imagen se hace enorme y al asomarte al puerto de Corisa recoges también elementos de agua: las colas del Pantano de Requejada, el Pantano de Aguilar de Campóo y el extenso bosque de la Castillería con sus pequeños pueblos que aparecen y desaparecen a gusto del caminante. Sobre la cima del Cueto, a contraluz, vacas y terneros pastan asomados al valle de Mudá.

Pues bien, si aquel camino era ya una postal emocionante, si aquél paraje te llenaba de fuerza y a trozos se te iba desbordando el alma, la visión de la tierra palentina desde aquellos lugares de La Braña, es una expresión máxima que nunca acertaría a definir con precisión en estas líneas.

No se puede pedir más perfección. Si quienes viviendo en la montaña, desconocen la impresión que se recibe asomándose a los valles y a los pueblos desde una de las cimas más altas de la provincia, nunca describirán de la misma forma los sonidos y la historia del pueblo. Ocurre algo parecido en Vidrieros. Esa misma leyenda que habla de un monstruo enorme es una alegoría que trata de hacernos comprender la grandeza del lugar a través de una fiera que no existe. Porque, de otro modo, ¿es posible imaginarse encanto mayor que, en medio de uno de nuestros mayores símbolos –como es el Curavacas–, surga un lago? ¿No es digno de mencionarse un mirador como Peña Tremaya, desde donde se divisan pueblos como Areños, Los Llazos, San Salvador, Tremaya, Redondo, Urbaneja, la Abadía y el Campo? Y apurándome un poco, sin hacer demasiados esfuerzos, aquellos que viajan a Potes y se detienen a estirar las piernas en el Collado de Piedrasluengas, un día claro, asistirán a un magnífico espectáculo: el valle de Liébana y los Picos de Europa.

Desde Polentinos o Resoba, los caminos te llevan hacia el pasado más reciente de estos lugares, recorridos antaño por carreteros y feriantes y, la belleza se manifiesta a cada paso, en cada pueblo. Cada parada va llena de un halo misterioso que impregnará los huesos del viajero hasta absorberlo por completo. De igual forma que Gabriel García Márquez asegura no idealizar Aracataca, su pueblo natal, y viaja con nitidez por la tierra de sus antepasados, yo vuelvo los ojos a los míos, hurgando con la paleta del recuerdo en esa especie de brasa que, movida por tanta gente, ha devuelto una luz de esperanza a tantos pequeños y acogedores pueblos de la montaña palentina.

Como emigrante tengo la impresión de haber perdido una batalla: la vuelta a tu lugar de origen es cada día más imposible, porque son muchas y a veces insalvables las cosas que te atan a tu lugar de residencia.

Como nativo de esta tierra, me aferro a la ilusión, invoco al sueño, paseo diariamente por los caminos que recorrí de niño. Soy consciente de que, a pesar de haber andado tanto, quedan paradas de belleza increíble a las que no me condujeron ni la publicidad ni las buenas gentes que aquí moran. Sencillamente porque, quienes hacen la publicidad no saben lo que significa vivir aquí trescientos sesenta días al año y, para quienes viven aquí, este paraíso sigue siendo el camino más natural del mundo.

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01 junio 1997

La Cantabria leonesa
junio 01, 19970 Comments

José María Villanueva Lázaro, leonés de 75 años, licenciado en Farmacia y colaborador del “Diario de León”, firma en Llanavés de la Reina, el 25 de Julio de 1989, un libro extenso que abarcando toda la zona de la montaña palentina, ayudado de una numerosa bibliografía, viene a englobarla dentro de la Cantabria leonesa.




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18 mayo 1997

En el nombre del hombre
mayo 18, 19970 Comments

Dejando atrás el valle de Pesaguero se entra en Palencia. Piedrasluengas, que con el río bullón aporta también su baño verde al valle cántabro hasta llegar al Deva, es otro de los lugares palentinos más característicos, donde la montaña alcanza una expresión difícil de conjugar en estas entregas. La Vega de Liébana, donde los estrategas cuentan siete valles enlazados en un círculo, con un diámetro de entre veinte y treinta kilómetros, a los pies de la montaña palentina, ha logrado en los últimos años una afluencia turística que hoy desbordaría a los viejos cronistas. Jesús Torbado, en un especial para la revista “Tribuna” citaba las palabras que hace veinte años escribiera Ridruejo, refiriéndose a la riqueza y a la miseria de este hermoso rincón de la vecina Cantabria: “conocer los más diversos cultivos y no tener bastante de ninguno”.







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20 abril 1997

Lugares de la montaña
abril 20, 19970 Comments

Hace unos meses, en la Venta de Urbaneja, coincidí en casa de unos familiares de mi esposa con los responsables de Adempa. La venta estaba llena de visitantes, este es un hábito envidiable heredado de quienes desde primeros de siglo adquirieron el edificio, manteniendo vivo el noble lema que guió a los venteros de la zona: acoger a los caminantes, rociarlos de buen vino, haciendo olvidar por unos momentos a quienes allá se detienen, las penas y presagios que a todos los humanos nos entrega de cuando en cuando el mundo.

 




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23 marzo 1997

Redondo, de Grimaldi
marzo 23, 19970 Comments

A finales del siglo XVIII nacen en Santa María de Redondo los tatarabuelos del Príncipe de Mónaco. La casa solariega de Gregorio de Mier y Terán (1796) y Mariana de Celis y Dosal (1790), y toda la historia que rodea y envuelve a la familia aparecen en la revista “Hola”, con motivo de los 700 años del reinado de la dinastía de los Grimaldi.


 
Camino de la Cueva Cobre, Cuelvalcobre –para otros eruditos e investigadores Coble, del adjetivo cobleciense– se encuentra este pequeño pueblo, tocando ya las faldas de Tres Mares. Ya en 1988, en un artículo publicado en prensa, mencionaba –refiriéndome a este hecho en concreto– “desde la Cuna de los Príncipes a Riaño”, valorando entonces y en secreto la información de un afamado periodista de la prensa del corazón que habìa investigado la rama paterna de Rainiero de Mònaco. En 1993, dos periodistas “ambulantes” de “El Norte de Castilla”, al hacer su recorrido desde San Salvador a Santa María de Redondo, vuelven a mencionarlo, al decir de los escudos de las casas “que hablan de tiempos de señores y feudos, de grandezas y de linajes que, aunque parezca mentira, entroncan con la actual casa principesca de Mónaco”. Me refiero a Javier Prieto y a Pablo Genovés y a su aventura mágica por el Pisuerga.

Debo insistir en esto: para mí, romántico trasnochado, tiene más transcendencia el humo de una chimenea cuando amanece, que todos los escudos y linajes que penden de las que están cerradas.

La vida está llena de casualidades, pequeñas anécdotas que se van enlazando, hazañas y aventuras que nos sacan del contexto natural y nos llevan, le llevan en este caso a presidir un principado, a un hombre que de otro modo hubiera sido uno más entre todos, en un pueblo que amanecía siempre con una furgoneta de mineros camino de “Montebismo”.

Es verdad que, en general, la gente de estas latitudes es muy agradecida y, pienso que se sentiría halagada si recibiera una señal de tan ilustres tipos, un reconocimiento a su pasado, cualquier minúsculo detalle, porque de momento sólo han hablado los Medios de Comunicación. Para compensar esa ausencia, o ese olvido, debemos remitirnos sin dudar un momento a las gentes más humildes que habitan estos lugares, forjados a la manera de los antiguos héroes, porque en condiciones tan adversas salieron adelante para dejarnos como legado esta franja tan valiosa de tierra.

Por aquellos días, en el programa de Tele-5 “Qué me dices”, donde se recrea la farándula, en una instantánea relacionada sin duda con este mismo tema, en la boca de una de las últimas minas del contorno, con su casco y la cara brillante de carbón, aparecía Vicente, el hijo de Carmen de Mier, el mismo que junto a su madre y envuelto en las esencias de una noticia que estaba recorriendo España, aparecía en otras revistas y periódicos.

Los Redondos, cuya belleza se traduce camino de la Sierra, quizá donde dejara escondida parte de su niñez el dibujante y humorista Peridis, vivió aquellos días la noticia de su segunda leyenda. La primera nace junto a Viarce –cuentan de un moro al que un día se le apareció una Virgen–, lo que de otra manera sirve para explicar el hecho certero de un manantial que hoy sigue vivo y, la segunda, que allí mismo, en una de aquellas humildes casas, nació el tatarabuelo de un hombre que rigió los destinos de un lejano y pequeño principado.

Esta Tierra, que a impulsos de un viento helado nos ha traído noticias de unas bellas princesas, como en los viejos cuentos, después de tanto manifiesto y un poso de silencio interno, se descubre que necesita el beso de un personaje de leyenda. Y es verdad que parece que pasamos por una época en la que prima más un príncipe que un tratado serio sobre el estado de las carreteras.

Lo que contaba el viejo al calor de la lumbre ha perdido colorido y sólo la historia lejana de un paisano que salió de su casa y casó bien, ha devuelto el interés hacia una Tierra por la que tanta y tan buena sangre corre.

Este artículo se publicó en "Diario Palentino" y "Norte de Castilla"
Para saber más: "Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería", de Froilán de Lózar, Editorial Aruz, Segunda Edición, Julio de 2009.
Imagen: News.bbc


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