Al introducirse en la
Cantabria Mozárabe, José María Merino recuerda que en el año 911,
Ordoño II de León concede a Santa María de León los términos de Dueñas, Saldaña, Carrión, Cervera y
Liébana, además de otras poblaciones, todos ellos comprendidos entre los puertos de Liébana y Astorga. Para Laureano Pérez Mier, otro estudioso y amante de la Tierra (“Día de Palencia”, 1935) “acaso no resulte infundado suponer que la división de los montes y de las aguas entre Brañosera y Pernía, marcaban la frontera primitiva del Condado de Castilla con el reino de León.” Matías Barrio y Mier –a quién curiosamente no menciona– ya hablaba en una de sus leyendas (luego tratadas en un pequeño libro por Antonio González Lamadrid), del Conde de Saldaña García Gómez, de quien dependía la Liébana , entonces región leonesa. Pese a la extensa bibliografía que se maneja, descifrar con precisión cada historia es un martirio, incluso para el lector más avispado, que cuando menos espera encontrar allí su procedencia. Es verdad que, ha sido tanta la riqueza, ha sido tal el movimiento generado en estos puertos, han sido tan ricas y abundantes las costumbres que, asomados a la historia más ancestral, si alguien propusiera un estudio riguroso, delimitando cada siglo, estudiando cada concepto, cada gobernante, cada villa; buscando el detalle y la precisión de cada cosa, nosotros mismos seríamos los primeros sorprendidos, como ahora ya lo estamos, por la historia tan abundante que se ha generado a través de los siglos en el interior de nuestra Tierra. Si asomarse a los libros de Gonzalo Alcalde Crespo es un regalo para la memoria más reciente, para muchas historias que con debilidad siguen latiendo, echar la vista a los siglos de atrás sería un revulsivo para mucha gente, al saber que –según el estudio de este leonés–, remitiéndose a una cita del propio Caro Baroja, en todo el sector cantábrico, desde el Pirineo hasta Galicia se habló antes de la romanización una sola lengua, o dialecto de una lengua que sería el euskera.