ORÍGENES: CuadernoDeMontaña
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06 abril 1993

Lugares gastronómicos
abril 06, 19930 Comments

Hace unos meses en Madrid, me hablaron de los callos. Hoy, añoro el plato de cangrejos de Muñeca y los chorizos de Respenda. Mi madre, que ya no tiene humor ni goza de salud, nos ha hecho felices en la mesa. Aquí, en lo más alto de la provincia el cerdo sigue batiendo tenedores y alacenas. Ya no se cree en el humo como aditivo imprescindible para que los chorizos tomen cuerpo, pues las prisas, también aquí, nos han llevado a producir y consumir este manjar durante todo el año.



Cuando yo estudiaba en Valladolid, recuerdo que mi madre me enviaba de vez en cuando un paquete con chorizos bien curados, que allí, frente a los campos de Laguna de Duero sabían a gloria. Hoy se aprovechan las casas vacías para colgar los costillares y jamones y el lomo apenas si da para guardarlo pues tampoco se mata como entonces. San Salvador es un pueblo pequeño pero está bien surtido de condumios, y así, cada uno en una cosa, saben darle gusto al paladar más exquisito.

«La Casona», fonda situada en la carretera Burgos-Potes, donde se pueden degustar las setas, por ejemplo, los caracoles, la paella y el chuletón. Unos metros más abajo, la «Venta Campa» tiene solera aunque la mano de la dueña se nota menos porque la salud y la edad juegan dos bazas importantes.

Allí, en aquella casa donde se detenían las quitanieves para reponer fuerzas, siempre se habló muy bien de los primeros platos: el cocido, la fabada, y también de la carne guisada. Entrando hacia el pueblo, en «La Taba», un asador abierto hace dos años se pueden degustar toda una serie de platos típicos castellanos que su dueña, experta en dichos menesteres, ha sabido llevar de la casa al restaurante sin que pierdan nada de cuanto les hace deseables, Así cito: lechazo al horno, morcilla, chorizo al vino, calderetas y una larga serie de variados platos que hacen de la comida en la montaña un aliciente más para el turismo.

Tal vez, la decadencia de la Venta Pepín, un hostal típico a pocos kilómetros de Piedrasluengas, en el mismo puerto, haya permitido el auge de estos, sin olvidar que aquí el invierno es muy largo, nadie ignora la dureza que alcanza en estas latitudes y ello hace que el mantenimiento de los mismos sea siempre dudoso.

Hace una década nosotros merendábamos en Ruesga o en Ventanilla, donde sucede algo similar con el auge de este tipo de locales y su recaída en el mal tiempo. Ahora mismo son otros los que reservan mesa, picando en todas las ventas del camino y degustando en cada una lo que en casa ya no se hace por cuestiones de tiempo. La población ha descendido aún más en los últimos diez años, lo que no ha impedido que este tipo de locales se multiplicara.

Personalmente, lo considero un buen negocio, si se tiene en cuenta que la montaña palentina, con promoción o sin ella (aunque a falta de estructuras adecuadas que viene demandando desde siglos), va a sufrir una avalancha en toda regla con la crisis. Digo que es lo más probable. ¿Por qué? Porque es lo más asequible que tenemos a mano y a estas alturas, pase lo que pase en los próximos meses, nadie va a dejar de tomarse unos días de vacaciones.

©Froilán De Lózar para la sección "Cuadernos de Montaña"
 "El Norte de Castilla"




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27 marzo 1993

A cielo abierto
marzo 27, 19930 Comments

No es suficiente. Cuando la Junta Vecinal de un pueblo y el Servicio de Protección del Medio Ambiente, utilizando todos los recursos a su alcance, tratan de paralizar una obra que puede suponer la mutilación de muchas hectáreas de terreno, no es suficiente el titular de un periódico, ni unas palabras, ni un artículo...


Hace algunos años, cuando muchas de las minas internas iban a quebrar, nos dijeron que la explotación a «cielo abierto» podía mantenerlas, ya que desde el exterior se podía hacer un seguimiento de las capas. Entonces, el Gobierno se pronunció claramente: «El carbón hay que extraerlo como sea y de donde sea». Es decir, no importaba el precio que hubieran de pagar los pueblos. Aquellos días, cuando empezaban a remover los terrenos con ciertas dosis de cautela, encontraron infinidad de fórmulas para convencernos. Se habló de una nueva forma de explotación y aprovechamiento, a la que era imposible llegar desde dentro. El empleo de una maquinaria, nuevas vías de comunicación para los pueblos, «cortafuegos», descubrimiento de fenómenos geológicos ignorados, como la desviación de las distintas vetas, apoyo a la minería clásica...

Hoy todo se ha quedado en palabras bonitas. Lo que interesa, a toda costa, es el dinero fácil. Las cláusulas que hablaban de la restitución se han olvidado, para dar paso a pruebas y más pruebas que van quedando al paso de este nuevo tipo de invasores. Los ecologistas hablaron del oso, llevaron con una dosis de aberración bastante grande, la muerte de un oso en Brañosera, todo el país lo supo y hasta se puso en movimiento un sistema que impidiera actos parecidos en otros lugares. Los ecologistas denunciaron la tala masiva de árboles en un bosque de San Salvador, pero pocas veces se han pronunciado con similar contundencia en contra del avasallamiento de los terrenos que circundan a estas localidades.

Los habitantes de estos núcleos ya conocen los resultados. Los han experimentado en sus carnes. Frente a la ignominia y la desobediencia de este nuevo tipo de empresarios, ha de servir la presión de todos los sectores sociales a quienes de alguna manera nos afecta.

En todas las zonas mineras, donde ahora se padece recesión, se está ofreciendo como cosa de pega este asunto, que sólo beneficia, claramente lo hemos comprobado ya, a los promotores, porque, «La Eugenia» que se ofrecía como experimentación al desmonte de «Peñota», en terrenos del Campo, ha cerrado hace tiempo.


©Froilán De Lózar para la sección "Cuadernos de Montaña"
 "El Norte de Castilla"




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24 marzo 1993

Oficios
marzo 24, 19930 Comments

Señala un estudio elaborado por un equipo de Investigaciones Speleo Etnográficas, dirigido por Gonzalo Alcalde Crespo, que «en Redondo se contaba a mediados del siglo XVIII con un escribano, un cirujano, un médico, dos herreros, dos sastres y dos tejedores, de los cuales los tres primeros oficios eran ejercidos en Tremaya por las mismas personas.Además, dieciocho pobres de solemnidad, 5 curas, 16 religiosos, un guardián y tres criados en el Monasterio Franciscano de La Virgen de Viarce.Es curioso, verdad, e invita esta cita a reflexión. El único herrero que ha quedado en esta zona de montaña con dominio del oficio y abierto a nuevas perspectivas, utensilios de forja parejos a los que mi amigo Valentín Prieto realiza en Guardo reside y trabaja en San Salvador.





Dicho esto, añadir que, no hay sastres, ni tejedores, ni pobres de solemnidad.

Por no haber, no hay ni curas que deben multiplicarse para ofrecer una misa de domingo a cada pueblo, llegando incluso a zonas como Polentinos que antes atendían los sacerdotes de Cervera.
Los oficios se han desterrado lejos, aunque algunos fueron representativos e influyentes, sin ir más lejos, el cargo de secretario con un poder que en alguna ocasión llegó a representar un peligro para diversos municipios.

La Institución Tello Téllez de Meneses en una de sus publicaciones habla de las tradiciones etiológicas palentinas, donde aparecen varios trabajos de nuestro insigne paisano Matías Barrio y Mier.
Ya en uno de ellos, en el que narra un episodio de cetrería -estamos hablando del año 1044, al aludir a la Majada de Viarce donde pastaban en verano centenares de merinaa, se refiere a la pérdida paulatina de la trashumancia.

Hace muy pocos días Justino Rubio me refería en Bilbao una curiosa anécdota. Cuenta que un día le llamó don Severino Rodríguez, alcalde que fuera de Palencia, y le dijo: tienes dos vacantes, la de Grijota y la de San Salvador.
Cuando el maestro se decidió por la última, éste quiso saber el porqué, a lo que aquél le contestó: "por que si voy a Grijota, a los quince días me la quitan. Voy a San Salvador, porque ni Dios sabe dónde está ese pueblo".

Quizás ahora, más que la diversidad de oficios, preocupe el distanciamiento que procuran. No es corriente la vida en común como la de antaño- entre pacientes y médicos, o entre maestros y alumnos, lo que les obligaba a un cierto compromiso con el pueblo y viceversa. Es probable que conociendo a las personas y conviviendo con ellas en su entorno, todo se dignificase un poco más y llegaran las recetas con un buena dosis de amparo y compresión.

Porque nos preocupa de verdad lo que pasa en el mundo, pero muy poco aportaremos a la causa si no empezamos a solucionar lo que se cuece en nuestra casa.


© Froilán De Lózar, para la sección "Cuaderno de Montaña". Imagen de César González: El maestro, el practicante de farmacia y el médico en 1905. Del libro de Froilán de Lózar: "La Vida de César González, Editorial Aruz, Julio de 2010.
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13 marzo 1993

Contentos estamos
marzo 13, 19930 Comments

Aunque nadie lo esté, mucho menos ahora, que la ciudad también padece el acoso incesante de lo que llaman crisis. Pero vamos a decir que sí, que en general, cada vecino en las zonas más elevadas, donde se acentúan más las carencias, proclama en voz alta su bienestar, su acomodo a las situaciones que para el alma forastera implican un delito, o si se quiere, un olvido imperdonable de las Instituciones provinciales.



Algo se ha conseguido: el acercamiento de las máquinas quitanieves a la zona de montaña.

Bien es verdad que Palencia lo forman muchos pueblos, y que en muchos lugares, ya sea mirando hacia La Ojeda, o a los pueblos de camino entre Guardo y Saldaña, o aquellos que se esconden entre Salinas de Pisuerga y Aguilar, en todos -insisto- están muy limitados los recursos. Pero las zonas de montaña más alejadas de la capital, con mayores dificultades de acceso viven un descontento soterrado. Es un miedo interno que no se deja pronunciar: el médico, haga lo que haga, es intocable, y lo mismo el secretario o el maestro. Y que nadie levante la mano en defensa de nadie. El dolor se mitiga de casa para adentro, con recetas de piedad e investidura de palabras esperanzadoras. Hace pocos días, cuando la gran avalancha de nieve, una corresponsal de Televisión Española llegó hasta un pueblo de León. Me di cuenta que la citada periodista insistía -como acaso lo hubiéramos hecho cualquiera de nosotros: « ... ¿y ustedes cómo soportan esto? ¿Están contentos? A lo que los interrogados, ya mayores, como los nuestros, contestaban que sí, que había ocurrido siempre, que pasarían una semana atizando la lumbre, tirando del lomo de la "pota"...

Si la televisión hubiese podido llegar a cualquier pueblo de nuestra montaña, y hubiera hecho esta pregunta, la respuesta, a pesar del mayor incremento de la nieve y del error de nuestros dirigentes en llevar las máquinas hasta la capital, a ciento treinta kilómetros, hubieran sido parecidas. «Estamos bien, sin problemas». «Peor era antes». «Esto es lo más normal». Y sin embargo, no lo es. De acuerdo, habrá personas a quienes no les moleste, ni les preocupe una semana de incomunicación, sin pan, sin alimentos frescos, con la luz a medio gas y en ocasiones sin teléfono. Suele pensarse que «si uno está de morir, no valen carreteras abiertas ni ambulancias, ni médicos... Yo sé que se piensa, porque he pasado también por ese trance, pero nadie se siente plenamente satisfecho de la actuación de sus alcaldes. Pienso que las autoridades locales deben poner más carne en el asador para que las autoridades provinciales se sientan implicadas. Que las máquinas quitanieves se queden en la zona, que se incremente el número de hombres que las conducen para que se releven y concluyan el trabajo en el menor tiempo posible. Que no es normal en los tiempos que corren una incomunicación como la que se está soportando en estas latitudes. Pese a los inconvenientes, es cierto, estamos contentos en general, porque la nieve mantendrá vivas nuestras fuentes y por consiguiente también vuestras cosechas.


©Froilán De Lózar para la sección "Cuadernos de Montaña"
 "El Norte de Castilla"




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06 marzo 1993

Que paren esta ofensa
marzo 06, 19931 Comments

Estoy de acuerdo. Los políticos son necesarios. No cobran ni la milésima parte del trabajo que desempeñan, siempre que lo desempeñen bien. Vamos a darles, pues, lo que demandan. Eso sí, que nos permitan el castigo si no sirven. Sabemos las responsabilidades que conlleva una casa; suponemos las que conlleva un municipio, una provincia, una región ....Así pues, que establezcan un precio, que lo cobren y que tengamos la seguridad que si después de este acuerdo quebrantan la norma, reciban un castigo ejemplar, sin que sirva de excepción su condición de hombres públicos.



Hace algunos años, tuve ocasión, de contemplar el magnicidio en Villanueva de Arriba, un pueblo a pocos kilómetros de Guardo. Hasta el lugar me condujeron varios vecinos, pero entonces nadie quiso que su nombre figurase en los papeles y hubo que dejar la información en suspenso. Entonces los ánimos estaban encendidos, se habían devastado unas hectáreas enormes de terreno en busca de carbón a cielo abierto. Unos años más tarde, cuando la explotación llegó a Pernía, tuve la ocasión y el interés de hacer un seguimiento informativo del asunto. Caí en el señuelo y dije lo que ellos me contaron, lo que ellos querían que dijera para tranquilizar al personal. En las condiciones que ellos pactaban con los pueblos, se hablaba de la restauración de los terrenos, cláusula para la que dejaban un dinero en depósito que luego preferían olvidar.

De esta manera, las maniobras se sucedieron en Los Redondos, Areños, Casavegas, el Campo y los terrenos próximos a Lores. En zonas como «peñota», el desmonte fue inmenso. La montaña palentina ha sido pasto de unos aventureros sin escrúpulos. En Barruelo, siguen los especuladores barrenando sin barrenos.  Cuando en una comarca de Cantabria, próxima a nuestros pagos, hablaron de indemnizar a todo un pueblo, porque había aparecido bajo sus cimientos una veta de carbón importante, me quedé desolado. Peridis hablaba de Cervera de Pisuerga del desarraigo que supone el cambio de casa, de los efectos que produce dejar el hogar donde has nacido, en el que has ido creciendo, y cerca de allí, a sólo unos kilómetros, los traficantes de carbón compraban por cuatro duros un pueblo, tu pueblo, tu casa, por ejemplo, tu hogar de siempre, del que hablamos en el exilio, y nadie dice nada, y nadie se escandaliza, y nadie patalea, sólo los dos o tres vecinos que sufren en sus carnes tamaño vapuleo. Digo que la montaña ya ha sufrido bastante, que los políticos se están haciendo merecedores de una ley rigurosa, donde se les señale de por vida las responsabilidades en las que están cayendo. Que alguien detenga esta sangría. Que alguien ponga fin a estas mutilaciones salvajes. Que nos dejen la tierra como era. Que se vayan. Que los vecinos de los pueblos se opongan rotundamente a vender por cuatro monedas de oro la tierra, su tierra, la que tenemos, la que nos queda de increíble, la que nos legaron, bajo la cual se rompieron el alma muchos pares de brazos, en cuyas entrañas dejaron la vida y la esperanza muchos cuerpos ....
Estoy de acuerdo. Que paren esta ofensa como sea.


©Froilán De Lózar para la sección "Cuadernos de Montaña"
 "El Norte de Castilla"




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