Aunque nadie lo esté, mucho menos ahora, que la ciudad también padece el acoso incesante de lo que llaman crisis. Pero vamos a decir que sí, que en general, cada vecino en las zonas más elevadas, donde se acentúan más las carencias, proclama en voz alta su bienestar, su acomodo a las situaciones que para el alma forastera implican un delito, o si se quiere, un olvido imperdonable de las Instituciones provinciales.
Algo se ha conseguido: el acercamiento de las máquinas quitanieves a la zona de montaña.
Si la televisión hubiese podido llegar a cualquier pueblo de nuestra montaña, y hubiera hecho esta pregunta, la respuesta, a pesar del mayor incremento de la nieve y del error de nuestros dirigentes en llevar las máquinas hasta la capital, a ciento treinta kilómetros, hubieran sido parecidas. «Estamos bien, sin problemas». «Peor era antes». «Esto es lo más normal». Y sin embargo, no lo es. De acuerdo, habrá personas a quienes no les moleste, ni les preocupe una semana de incomunicación, sin pan, sin alimentos frescos, con la luz a medio gas y en ocasiones sin teléfono. Suele pensarse que «si uno está de morir, no valen carreteras abiertas ni ambulancias, ni médicos... Yo sé que se piensa, porque he pasado también por ese trance, pero nadie se siente plenamente satisfecho de la actuación de sus alcaldes. Pienso que las autoridades locales deben poner más carne en el asador para que las autoridades provinciales se sientan implicadas. Que las máquinas quitanieves se queden en la zona, que se incremente el número de hombres que las conducen para que se releven y concluyan el trabajo en el menor tiempo posible. Que no es normal en los tiempos que corren una incomunicación como la que se está soportando en estas latitudes. Pese a los inconvenientes, es cierto, estamos contentos en general, porque la nieve mantendrá vivas nuestras fuentes y por consiguiente también vuestras cosechas.
©Froilán De Lózar para la sección "Cuadernos de Montaña"
"El Norte de Castilla"
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