Sigo alternando mi lectura entre novelas de autores muy conocidos y libros de nuestra historia más reciente. Vuelvo a las páginas de Palabras, ecos y silencios en las que José Carlos Martínez Mancebo deja el poso de un recorrido a pie desde Velilla hasta Vidrieros, a finales del pasado siglo. Y lamenta como los últimos cronistas el desinterés y el desprecio de las administraciones que determinaron en buena medida el abandono de aquellos lugares que los habitantes levantaron creyendo que eran para siempre.

Así se lo cuenta Avelina Casado que, cuando no duerme, recuerda cada una de las casas y a los propietarios que vivieron en ellas. La imagimación le lleva a un punto donde el silencio extremo lo llena todo. Apurando los sentidos, percibe el murmullo de los arroyos. Adentrándose en las casas derruídas se imagina los lugares donde se hacía la vida: la cocina con su trébede, la hornacha, los vasares.
Hoy me he detenido en Valsurbio, a propósito de este libro en el que estoy entretenido estos días, que sale a la luz por primera vez en julio de 2023 y que lleva anexo el sentimiento de su autor, nacido en Camporredondo, que sabe de lo que habla porque lo ha vivido en su piel y en la piel de los últimos habitantes de esta localidad situada a 1475 metros, lo más elevado de la provincia y lo más despoblado de ella. Precisamente, estos días que ando entretenido en actualizar la historia pueblo a pueblo, de todos y cada uno de los pueblos que forman la montaña palentina, quiero añadir Valsurbio que en 1842 contaba con 18 hogares y 94 vecinos, integrados entonces en Camporredondo, hasta que este se incorpora a Velilla del Río Carrión.
José Carlos recuerda a Pedro Vargas, que pasó su infancia y juventud en el pueblo: “Cierto año fue tan grande la nevada que estuvimos dos meses incomunicados. Sin pan. A los perros les dábamos de comer patatas”.
Y recuerda los versos de Marcos Concejero publicados en la revista “El Roble”:
Valle fecundo, de recuerdos lleno;
Allá en la sierra que a la Virgen mira;
Llantos de ausencia que tus hijos vierten.









6 Comentarios
Es la realidad mostrada de nuestro mundo rural: de pronto las circunstancias de la vida cambian, las necesidades comienzan a desatenderse por quienes tienen la obligación de hacerlo, las gentes se van del lugar y otro núcleo rural que pasa a convertirse en despoblado.
ResponderEliminarEs el caso de Valsurbio, que hoy nos muestras en tu sección del periódico, Froilán. Un pueblo de nuestra Montaña, hoy ya desaparecido y con sus casas completamente en ruinas, sirviendo sólo como reclamo turístico de paso. Saludos.
Gracias por tu comentario, amigo Javier. Te invito a que visites la historia de Valsurbio en esta página, entrando a través de "Pueblos Montaña Palentina". Allí puedes disfrutar del video de Estalayo y, al final del mismo, sorpresa, el nuevo Valsurbio. Un abrazo, y buen fin de semana.
ResponderEliminarMi primera vez en Valsurbio
ResponderEliminarLa primera vez que llegué a Valsurbio, el corazón se me encogió. Había oído hablar del pueblo, de sus casas de piedra y de la vida que un día tuvo, pero lo que encontré fue otra cosa: destrucción y desolación.
El silencio era tan profundo que dolía. No era el silencio del bosque, ni el de las montañas que guardan secretos antiguos, sino el silencio de un lugar que ya no espera a nadie.
Avancé por el antiguo camino, casi borrado por la maleza. Las zarzas se entrelazaban donde antes pasaron carros y animales. Entre los montones de piedra, apenas se adivinaban los restos de las casas. Cada muro caído era como una herida abierta en la memoria del valle.
Me detuve frente a lo que quedaba de la iglesia. La espadaña, medio vencida, se resistía a caer del todo, como si aún quisiera tocar el cielo. Toqué la piedra fría, cubierta de musgo, y sentí algo extraño: una mezcla de tristeza, respeto y ternura. Allí dentro, donde antes resonaban las campanas y las oraciones, sólo quedaban el eco y el viento.
Pensé en quienes vivieron aquí, en los niños corriendo por las calles, en el humo que salía de las chimeneas en invierno. Todo eso se había ido, pero no del todo. Había algo invisible, una presencia que aún latía entre los muros derruidos.
Mientras caminaba, el sol se filtraba entre las ramas, y el canto de un pájaro rompió el silencio. Entonces comprendí que Valsurbio no estaba muerto. La naturaleza lo había abrazado de nuevo: las flores crecían entre las ruinas, los árboles nacían en los patios, y el aire olía a tierra vieja y renacida.
Aquel día me marché en silencio, con el alma conmovida. Valsurbio me enseñó que los lugares también tienen memoria, y que, aunque el tiempo borre los caminos, nunca podrá borrar lo que fue amado.
Estupendo tu canto desde tan lejos, José Luis. Para leer, para meditar, para guardar en la memoria.
ResponderEliminarHace años subí con un grupo de amigos desde el Santuario del Brezo al refugio de Cristo Sierra al encuentro de Valsurbio, denominación curiosa para este pueblecito despoblado y abandonado. Recuerdo caminar por la senda que te lleva al lugar, con el misterio por saber lo que me iba a encontrar en un pueblo abandonado. Al llegar me impresionaron sus restos de piedra, y la espadaña de su iglesia, que aún se mantiene en pie, a pesar de la maleza que se come los restos de casas que un día fueron habitadas. Sentí el silencio y abandono de Valsurbio, y traté de imaginarlo con vida.
ResponderEliminarValsurbio forma parte de la Ruta de los Pueblos Abandonados: Valsurbio y Valcobero, al menos el segundo resucitó de sus ruinas y está poblado.
Valsurbio forma parte de la Ruta de los Pueblos Abandonados: Valsurbio y Valcobero, al menos el segundo resucitó de sus ruinas y está poblado.
Así es, Alfonso, hay que pasar por ello para comprender cómo se sienten quienes tenían allí su vida. En en video de Estalayo que aparece en la página de este pueblo queda bastante claro. Un abrazo Alfonso.
ResponderEliminarPuedes comentar libremente. Agradezco tu participación. Puedes añadir historias que desconocemos, fiestas o tradiciones que no hemos citado, es posible que estemos equivocados en alguna reseña. Nuestra intención es hacer una reseña lo más completa y fidedigna posible.