El pasado mes de agosto coincidí en la feria del libro de Guardo con Ramiro Tarilonte. Ramiro venía a hacer justicia, a recordar en el cincuenta aniversario de su descubrimiento a quienes encontraron en una finca de Pedrosa de la Vega lo que fuera quince siglos atrás una villa romana. Todo pasa y todo queda, razón profética la del poeta. Todo sucede en un momento. Todo tiene significado en el instante en que vivimos y todo se termina y se olvida por más grande que fuera la hazaña realizada, o la riqueza, o el esplendor, o la belleza.
Pongámonos un momento, con la imaginación, en la piel de Javier Cortés que, a la edad de 37 años, encuentra un tesoro bajo la tierra que roturaban. No se trata de un puñado de monedas, aunque también. En las vitrinas del Museo Monográfico de Saldaña lucen hoy las piezas que se fueron encontrando: herramientas de trabajo, adornos femeninos, ajuares funerarios, que impresionan siempre, vistos quince siglos más tarde; que impresionan, sobre todo, a sus descubridores, para quienes aquel tesoro se va haciendo más grande cada día, hasta superarlos económica y emocionalmente.
Y cómo logra retenerlo en su tierra, frente al Estado que le recuerda enseguida que, aquello es Patrimonio y que ha de llevarse a otro lugar. “No sabe usted donde se mete”, le dice Martín Almagro, que viene desde Madrid decidido a llevárselo para que forme parte del Museo Arqueológico Nacional. Y la respuesta sabia y meditada de Javier: “Dinero lo tiene cualquiera, pero esto (una Villa) no”. No es fácil tomar decisiones sobre tan importante hallazgo y menos en aquel momento, cuando cambia la historia de España. Javier Cortés lo hizo tan bien, se entregó en cuerpo y alma de tal modo, que toda la Vega comenzó a beneficiarse de aquel tesoro incalculable. Todo queda. La generosidad también hace que los grandes hombres sigan viviendo para siempre.
De la sección del autor "La Madeja", en Diario Palentino
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