No he sido, y me arrepiento, un cronista de toda la montaña palentina. Me he limitado durante años a cantar las excelencias de una parte muy pequeña de esta montaña, que ahora venimos retratando de arriba a abajo y de lado a lado, y que ahora vamos descubriendo no sólo para quien quiera verlo, sino para nosotros, que no la ignorábamos porque nos la iban enseñando escritores y espeleólogos, pero que no veníamos a conocerla en las distintas estaciones del año, en las mismas preocupaciones que nos invadían a nosotros, en el mismo temor a perder poco a poco población, en un lamento que no trasciende pero que se nota cuando llegas de visita y te dispones a recorrerlo. Desconocía en esa magnitud esta montaña, me había limitado a citarla o a repetir lo que otros contaban de ella. Y cómo cambia todo cuando la miras desde dentro, con los pequeños gestos que la mantienen viva, con esa fuerza de voluntad que capitanean quienes nacieron y vivieron en el devenir de la historia.
Hace unos días entraba por segunda vez en el camino que lleva hasta el corazón de este espacio natural, a espaldas de Revilla de Pomar. La imagen que se capta desde la entrada a este lugar en un día soleado te deja sin aliento. Era la segunda vez en mi vida que visitaba Covalagua (cueva del agua/cueva del Ivia), a la espera de la lluvia que alimente esa toba para que se oiga la cascada antes de llegar a la balsa reguladora.
Lo explica detalladamente un cartel a la entrada, donde crecen plantas curiosas como el torvisco, y el poligonato; la primera con muchas hojas en forma de punta de espada y la segunda una planta con propiedades medicinales, utilizada como analgésico, diurético y antidiarreico.
Ya de camino a este lugar, nos detuvimos en el pueblo de Villarén de Valdivia, bajo el monte Bernorio, importante escenario de las guerras cántabras contra Roma, donde se localiza la ermita rupestre de San Martín.
Pueblo llenos de historia que necesitan ser vividos, que necesitan ser contados. He llegado tarde, no tiene perdón, pero he sentido otro mundo lleno de encanto que no deben perderse los amantes de la montaña palentina.
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