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Devoción de leyenda

Leo en una revista de folklore que las leyendas se gestaron a partir de un hecho real que se ha ido adaptando a lo largo del tiempo para dar respuesta a las necesidades de quienes las transmitían, bien para obtener una moraleja, bien para explicar algún hecho curioso.



La leyenda es una historia ficticia, inventada, eso sí, para dar explicación al nombre de un lugar, o a un suceso que tiene que ver con la zona de la que hablamos.

Primero surge la historia, el hecho, el acontecimiento y, detrás, surge la leyenda que hace uso de animales, sonidos y misterios, condimentos que se van engordando de boca en boca, que era como nos llegaban antes las historias, y que, en estos lugares apartados, se rodean de esa aureola especial, donde, hasta el más extraño relato adquiere sentido. Ya hemos citado muchas veces la leyenda de la muda que bajó acompañando a su señora, la condesa Elvira, por la parte más agreste de la Peña Tremaya y que, pasado el peligro, canta al llegar al pueblo que a partir de entonces se llamará de Cantamuda.

Otra fantasía es la que se escribe en torno al pozo Curavacas. Sebastián Miñano, en su Diccionario Geográfico Estadístico, lo describe así: "...la peña de "Curavacas, en cuya cima hay un pozo cuya profundidad no ha podido aún descubrirse, de figura redonda, y apenas puede atravesarse con un tiro de piedra, tiene el agua muy verde, algunas veces parece que brama, y se advierten sobre él continuamente las nieblas".

A Juan Diaz Caneja, le pilló la tormenta cuando fue a visitarlo y escribe en "Cumbres palentinas": "...Tenían razón, ¡el pozo brama!".

Quiero decir que, las leyendas, a pesar de haber sido maleadas con el paso de los siglos, toman un sentido especial en aquellos lugares de donde parten, como si, efectivamente, antes de producirse el hecho hubiera surgido el relato y ese efecto de misterio parece transmitirse de generación en generación a quienes vienen de nuevo a visitarlo en un día de tormenta.

De la sección "La Madeja" en Diario Palentino, @2017

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