La escritura que comentaba la semana pasada, la firmaba Raimundo en la Abadía de Lebanza en las navidades de 1166, quince años antes de recibir en donación por parte de su tío, el rey Alfonso, todos los monasterios e iglesias, con sus villas y heredades.
No es que revista mayor importancia, porque aquello ya es historia y nada queda de aquellos sistemas de gobierno, ni siquiera los pequeños conatos de los envidiables y democráticos Concejos, pero no entiendo la admiración que la figura del obispo despierta en el auditor de la Rota que en 1934 se deshace en elogios calificándolo de Mecenas de Pernía, todo en base a que, en su largo pontificado, que duró casi cuarenta años, se llevara a cabo la reconstrucción de la Abadía y la reedificación de la iglesia y el claustro de la misma, sin recabar en el esfuerzo que hacía el pueblo, verdadero artífice de que se llevaran a cabo aquellas obras con sus limosnas y trabajos.
Y con qué liviedad lo publicitan además el colectivo del Arzobispo de Toledo y los obispos de Palencia, León y Burgos, quienes exhortan a los fieles para que ayuden con sus limosnas mencionando en sus escritos los "muchísimos" milagros que allí han tenido lugar.
¿Milagros? El milagro se considera a un suceso extraordinario y maravilloso que no puede explicarse por las leyes regulares de la naturaleza. Y si bien hacemos alusión frecuente a esta palabra para decir que todo aquello que nos entusiasma en exceso es para nosotros un milagro, no se puede utilizar a la ligera dicha expresión, con la única intención de promocionar -como es el caso- la reconstrucción de un templo.
Parece que en el archivo concejil de San Salvador de Cantamuda, que en el siglo pasado, al decir de nuestro mentor, se custodiaba en el coro de su iglesia (ignoro ahora mismo en qué lugar se guardan aquellos documentos), se da cuenta de un viejo pleito habido entre la jurisdicción real y el pueblo de San Salvador donde ya se menciona a la condesa doña Elvira.
Aquellas dudas que se nos planteaban por esa dualidad de poder entre el señorío de Pernía, que disfrutan los obispos de Palencia y el que ejercen los verdaderos Condes, Elvira y Munio Gómez, lo clarifica de alguna forma el hecho de que no se dieran durante aquellos años querellas por usurpación del título. Y el hecho de que no se vea entorpecido es la fundación de la Iglesia de San Salvador atribuída a doña Elvira.
De la sección "La Madeja", en "Diario Palentino".
Para saber más de la historia de Pernía en nuestro blog
0 Comentarios
Si la entrada tiene más de 15 días, revisaremos tu opinión. Puedes comentar libremente. Agradezco tu participación. Sé prudente y respetuoso al exponer tus juicios.