Las primeras noticias documentales se remontan a 1020, cuando comienzan a reflejarse donaciones de particulares al Monasterio. Pero en realidad, cuando se construye el conjunto monástico y comienza a crecer es al tomar las riendas el abad del Monasterio de Santa María de Retuerta (Valladolid) de manos de Alfonso VIII, orden aquella regida por canónigos regulares de la Orden Premonstratense. A partir de ese momento, comienza un tiempo nuevo en el que el monasterio va creciendo, merced a heredades, donaciones, franquicias y otras concesiones, en cuyo entorno se alimenta ya una avalancha artística y cultural. Pero no tardarán en llegar guerras y pestes que lo van conduciendo a la decadencia, como la rebelión de los monjes contra el abad en 1323, la Peste Negra y las guerras de los Trastámaras castellanos. En realidad, lo que les mina es la guerra interna que libran y que volverá a aparecer en el siglo XVI, gobernando en España Felipe II. Los historiadores apuntan que su verdadero ocaso llega después de la Guerra de la Independencia, cuando el abad, de orientación liberal, le coloca en el punto de mira de los carlistas, previo al decreto de desamortización que se hará efectivo unos años más tarde.
Las referencias históricas de los investigadores nos devuelven a épocas sombrías, donde el poder dotaba de prebendas y títulos a lugares que se sacaban a subasta o estaban a punto de caerse. Es obvio que en los últimos años del régimen isabelino, se vivía una situación caótica de desamparo, de ansiedad y de temores. Y es, precisamente, el año 1866 cuando se desata una crisis de subsistencia que trajo escasez de cereales, hambre, enfermedades y enormes dificultades financieras. Las tierras y hospederías dependientes del Monasterio pasaron a manos de particulares, no así el cenobio que, no hallando comprador quedó a merced de la rapiña.
A mediados del siglo XX, entre 1956 y 1968, la Dirección General de Bellas Artes restaura las cubiertas de la iglesia, el claustro y la sala capitular. En 1978, a instancias de la Asociación de Amigos del Monasterio de Aguilar sigue adelante su restauración y el acomodo a un nuevo criterio, donde en 1984, parte de aquellas dependencias se habilitan como Instituto de Enseñanza Secundaria. En 1985 comienza a funcionar la Escuela Taller, implicada también en la labor restauradora. En 1988, diez años después de su creación, la Asociación ve culminado su esfuerzo con la inauguración del Centro de Estudios del Románico.
Quienes se encargan de promoverlo y gestionarlo, han abierto los ojos al futuro, habilitando edificios y espacios que en otro tiempo fueron lugares de oración, centros de poder y de defensa, influyendo sobre los pueblos y tierras del contorno. A mucha gente le gustaría que todas las personas y asociaciones que suenan en el entorno, con independencia de otros que lleguen más adelante, se unan en un frente común para recuperar en esa parte de la historia y del arte, no sólo Aguilar de Campoo, sino también todos los pueblos del contorno, tal y como parece derivarse del convenio que en su día firmaron la Fundación Santa María La Real y la Asociación Arestur.
De momento, estos colectivos han logrado remover nuestras conciencias, como si el efecto y el poder que emanaban estos edificios en el pasado nos estuvieran ahora alcanzando. San Norberto, el fundador o, Andrés, que fue el primer abad premostratense que ocupó el monasterio de Santa María La Real (1.169), seguro que miran complacidos el resurgir de un edificio que marcó el auge de la villa y su comarca. No se trata de volver los ojos al pasado para pedirle cuentas a los personajes que por aquí pasaron y a su modo se repartieron el poder, ni a los gobiernos que entre bulas y prebendas fueron arrinconando estos lugares donde tantas historias se bordaron. Sabemos que alguien está poniendo todo su empeño en recuperar parte de la historia de Aguilar, que es parte de nuestra historia, que es la historia de nuestros pueblos, y es esto lo que de verdad emociona hoy al mundo y nos llena a los palentinos de orgullo, la valoración que se hace y el ferviente quehacer que se viene desarrollando en la villa norteña a través de la Fundación Santa María la Real, cuya trayectoria ha sido ampliamente reconocida y premiada.
Concienciar a quienes observamos estos días la restauración que se ha venido efectuando sobre tantos pequeños templos, respondiendo así a la conservación del medio, una invitación para vivir de cerca y soñar como soñaron tantos grandes artistas de la piedra.
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