Permítanme que vuelva a recordar en estas líneas la figura de un folklorista palentino Luis Guzmán Rubio, que atesora en discos y libros una fuente inagotable para llegar al conocimiento de tantas personas como participaron, primero en las recopilaciones de su padre y, después, en las armonizaciones que fueron engordando el cancionero universal.
Luis recuerda con muchísimo respeto la figura de su padre, Guzmán Ricis, y el año 1928, cuando su trabajo sobre el folklore local es publicado en las actas del Congreso de Praga. Alli se citan una treintena de armonizaciones entre las que se encuentran El Cura de Perales, El Papudo de Paredes, El Pingajo, Levántate morenita... Son incontables las personas y los pueblos que pasan a formar parte de este importante legado y que van de norte a sur de la provincia. Así recuerda el maestro y amigo las que le dictan en Villada el dulzainero Juan Cuevas y Juanina Rodríguez. Así mismo, las que le dictan en la Valdavia o en la Ojeda. Pero se recrean padre e hijo, sobre todo, en los pueblos de la montaña palentina, que les aportan sensaciones e ilusiones inolvidables; primero a su padre y luego a él como maestro de Tremaya y San Felices de Castillería. En 1939, recién terminada la Guerra Civil, Guzmán Ricis se enamora de la montaña donde localiza transmisores fieles, como Máxima Gaitón, Juliana Martínez, Saray Plaza... a los que años después renombrará su hijo para que sirvan de estímulo a quienes siguen viviendo en ella y a quienes se marcharon pero la recuerdan con cariño.
De aquel viaje surge un tema muy citado y repetido en bodas y reuniones, como es La Mozuela de Camasobres, que le dicta la joven de 18 años Saray Plaza. Cuenta el maestro que algunas corales la presentaron "cantando pianísimo", boca cerrada, mientras una voz, viril, lee un texto que lo sigue diciendo todo de las impresiones que acumulan estos paisanos nuestros: Silenciosa la noche cuajada de estrellas… una blanda serenidad en el ambiente… la nieve ha colgado sus blancos festones sobre los tejados de las casucas. Un horizonte de lobos pone su sombra de aullidos en la lejanía. En Camasobres la nieve borra todos los caminos, pero jamás borrará tu cariñito y el mío...
De la sección del autor para "Diario Palentino" y Globedia
Imagen: @Pumar59
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