Siguiendo con el discurso, el último del año, en este rincón desde donde he procurado, de manera especial los últimos meses, pero siempre, un avance del estado de nuestra montaña: lo que necesitan, lo que les inquieta; el conjunto de cosas que les empuja a amarla con más ímpetu, aunque para nadie sea un secreto que a medida que va pasando el tiempo se van cerrando puertas... porque se van liquidando prestaciones y servicios y sólo avanzan los recuerdos de tantos hijos que se encuentran lejos.
Decía Petrarca que los libros
enseñan a vivir y a morir. Y la vida también. Anque los entendidos aseguran que
utilizamos muy poco de la capacidad de nuestro cerebro, y otros dicen que bien
programados seríamos como una bomba, todo pasa tan rápido que apenas deja un
hueco para mostrar lo que uno puede dar de sí, y ya ni los libros ni la vida te
dejan resquicios para esperar un cambio. En repetidas ocasiones nos lo
hemos preguntado. ¿Hasta dónde pueden dar de sí unos pueblos tan alejados de
quienes marcan sobre ellos reglas y pautas de supervivencia ¿A quién le importa de verdad que
prosperen, salvo a quienes los miramos como hijos o nativos del sitio y a
quienes se han pasado la vida en ellos, soportando sin apenas un grito la
incomunicación?
Algo se mueve cuando las personas
se mueven, denuncian el estado de las cosas, temen que la despoblación los
cierre, pero no nos engañemos, eso no es lo que les salva y con todos mis
respetos hacia los libros y hacia los clásicos, quienes nos están mostrando la
cara más agria de la muerte, no la nuestra sino la del mundo rural, son los
políticos que acaban de barrer a toda la montaña de un plumazo, pasando a
depender todos estos pueblos de la Diputación. Pero esto se lo contare
enrabietado y distendido en el próximo articulo. No podía llegar peor el año nuevo.
Imagen: Camasobres, por José Luis Estalayo
Para la sección "La Madeja", en "Diario Palentino" y Globedia.
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