Volver a las preguntas

Llega un tiempo en que uno se agarra con fuerza a los recuerdos. No hay ánimo de entorpecer a nadie sus planes de futuro, que ya dicen que es donde debemos mirar, aunque sólo acertemos a ver nubes. Y en esto quería yo basar la reflexión de hoy.



Durante más de treinta años, he ido dejando aquí, sobre el papel, aspectos e impresiones de una Palencia ignorada, todavía hoy desconocida, sin otra pretensión que la de generar inquietud por ella; insuflar en los amigos y paisanos, deseos de conocerla; motivar a las autoridades para que restauren y dignifiquen los lugares en la medida que los presupuestos lo permitan y sin abandonar al resto de pueblos que la forman. Hay días en los que uno, como voluntario de esta lucha por la recuperación y el reconocimiento de nuestra montaña, lo dejaría todo, cansado de no ver un cambio generoso después de tanto tiempo, un paso adelante que mitigue un poco esa cantinela de la despoblación que nos amenaza, y el miedo de nuestra gente a perder el derecho a la vida;  me refiero a la vida allí, en el mismo entorno donde vivieron las generaciones anteriores.

Cuando veo esos desfalcos tan grandes de los últimos tiempos, donde los mismos que se niegan a profundizar y resolver las causas que nos preocupan de verdad, se muestran insaciables, entiendo que no hay disculpa para que cualquier de estos pueblos pierda, por ejemplo, su Centro de Salud, que es a fin de cuentas algo de lo poco que lograron, y que en buena medida supone la continuidad de un municipio. Y en momentos de reflexión como éste, creo que sigo teniendo la obligación de continuar mientras pueda en la defensa y la promoción de estos lugares, más allá del reconocimiento y la comprensión de los demás. Lo que suena, aunque sea suavemente, finalmente se oye, y va de boca en boca, y es evidente que convence, pues quienes vienen, vuelven.

Imagen: Toño Gutierrez

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