Leyendas del presente

Mi mayor fortuna ha sido nacer en un pequeño pueblo del norte de Palencia. Allí tomé las primeras instrucciones para la vida. Tanto me marcaron los caminos y las gentes que hay una especie de atracción permanente que me devuelve a ellos, un hilo conductor que hace que permanezca en la montaña aunque esté lejos y una nostalgia que me invade ahora mismo cuando se cita Piedrasluengas como puerto cerrado.



No voy a negar que era la vida de otra forma; más humana, por lo que vamos descubriendo ahora, donde los vecinos entregaban lo poco que tenían y donde se ayudaba a los demás sin poner en el acto ninguna otra intención que no fuera saberse solidario y compartido. Si alguien tuviera la paciencia de ir anotando día tras día todas las incidencias, si alguien pudiera ver con nitidez a través del ojo del pasado, puede que hoy tuviéramos suficientes motivos para reflexionar, porque parece que las historias se han vuelto contra el hombre. En Lores existe una hermosa leyenda. Alguien corrió la voz, tal vez con la intención de hallar una respuesta a la ambición humana, de que en una de las cuevas del contorno estaba enterrada una caldera de cobre llena de oro. Al contrario de lo que sucedía en “La Cueva de los Ratones”, donde uno dejaba de ser niño cuando ya no podía pasar por ella y donde los vecinos se limitan sin más a transmitirlo, parece ser que la noticia de un tesoro escondido libera las emociones de todo el pueblo en una época de la historia que mi transmisor no sabe precisarme.

Es probable que entonces los sueños fueran otros, pero en todo tiempo se sabe que las riquezas pueden cambiar la fórmula. Nadie se pregunta cómo se repartirá lo que se encuentre, ni quién se hará cargo del botín; de momento, el objetivo es encontrarlo a cualquier precio. Así es como los vecinos, por riguroso turno, cavan y extraen la tierra de la parte baja de la cueva, habilitando un pozo y una galería, donde a medida que avanzan van protegiendo el camino con mampostería, como se hace en las minas del contorno. Pero pasan los días y los vecinos van perdiendo las fuerzas y la fe. Alguien sugiere entonces la idea de ir a buscar una adivina a Santander. El acceso a la cuerva es escabroso, lo que obliga a los hombres que la conducen a subirla en brazos desde la orilla del río hasta la boca de la gruta. Cuando ya la mujer parece situada en el lugar preciso, le preguntan hacia dónde deben seguir cavando para encontrar el tesoro que buscan, a lo que la mujer, después de una inspección, responde que allí no hay señales de oro ni caldera de cobre. Buscamos oro, no buscamos aliento. Pecaron nuestros antepasados queriendo regurgitar el móvil; pecamos hoy nosotros ignorando el epílogo, defenestrando la ilusión, perdidos los estribos por ese resuello de la civilización que nos seduce más de lo que podemos soportar.

No escribiría esta página si creyera que todo está perdido. El aire que nos llega está contaminado de excesivos anuncios, pero si un pequeño grupo fue capaz de vencer a la pretendida Central de Salinas; si las reflexiones de cientos de personas han motivado el cambio de la Junta antes de imponer por las bravas un Parque Natural a la medida de los técnicos; si existe un compromiso para la creación y el crecimiento de una asociación que aglutine y transfiera todos los proyectos que ahora regresan, como el Centro del Oso en Verdeña, el queso de Nestar, la carne de Cervera, la Fundación Santamaría de Aguilar, la Escuela de Pesca de Salinas, o los 110 puestos de trabajo que el responsable de Castileón ha asegurado que darán las granjas porcinas de Guardo, estamos siendo testigos de las nuevas leyendas. Ya no hay oro enterrado, ni mudas que canten la inocencia de sus señoras, ni cuevas que nos declaren aptos para tomar decisiones importantes. Hemos ido cavando sobre la misma tierra y hemos descubierto otras facetas, historias más reales, luchas más justas que nos devuelvan de algún modo el futuro que tanta gente espera.

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3 Comentarios

  1. Ha sido un placer leer esta entrada. Por el trasfondo de su mensaje en defensa y sentido de un presente en la montaña, forjada a través de la memoria colectiva que nos transmitieron nuestros mayores, cómo nosotros haremos con nuestros hijos. Ése es el verdadero secreto de la alquimia y de las leyendas de los tesoros enterrados o de animales fantásticos que salvaguardan un auténtico tesoro material y mientras en la cotidiana vida material que nos alberga una crisis o un entorno que no nos satisface cómo seres humanos por que nada nos es suficiente parecen situar inicialmente en el tesoro cómo la posibilidad de dar solución a todos los males de nuestra sociedad. Cuando en realidad el tesoro es el cebo, nuestros valores, la hospitalidad y la solidaridad (al menos se daban cuando se generaron estas leyendas y hoy también se sigue dando, esté o no más dormida qué antes) no deben perderse. No hay que enemistarse por los tesoros materiales, ellos no pueden nunca salvarnos ni ser la solución, puesto que si nos dividen y nos enemistan para siempre ¿De qué serviría si nos tocase la lotería tantos millones que no pudiéramos nunca llegar a gastar pero tras varios días en los que ha aflorado la mezquindad y la racanería y estamos solos? Entonces dejaría de tener sentido poseer tesoros y empezaría a ser un problema a solucionar disfrutar de momentos gratos con amigos. (Y además hacer agujeros en la tierra para desenterrar ollas de cobre con monedas de oro es un delito con multas muy severas que va contra nuestro patrimonio histórico-artístico y contra el conocimiento científico de cómo eran nuestros antepasados, cómo vivían y cómo les costó llegar hasta dónde llegaron para legarnos un presente que nunca deberíamos enterrar al desenterrar la olla de monedas de maldito que al intentar cogerlas se nos escurrirán de las manos y se quedarán en polvo o barro y además en cárcel o multa).

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  2. Lo has resumido perfectamente. Hay más lecturas como ésta que iremos destapando en los próximos meses. Gracias por tu tiempo, que también me anima a seguir exponiendo nuevas historias.
    En la próxima entrada del diario, este viernes, y a propósito de este mundillo de internet, sales citado, o sea que, atento, que seguro que te gusta también aunque no tenga tanta enjundia.

    Un abrazo

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