Este otoño fui a verlo. Mil años y tan fresco. Antes de elaborar esta entrada he dado vueltas y más vueltas en torno a este curioso nombre para un árbol. El diccionario inglés define” el escurridero” como un lugar. En otro punto de la red dedicado a darle lustre a los significados de las palabras, aseguran que es un conducto por donde se escurren las aguas de las minas, que aquí tiene buena causa en la colonia minera de Vallejo de Orbó y antes, incluso, en la afamada cuenca minera de Barruelo.
El Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, entre Málaga y Granada, tiene también que ver con esta curiosa palabreja. En concreto, Almijara deriva del nombre árabe “almijar”, que significa “escurridero”, se cree que haciendo alusión a la rapidez con que escurren las aguas de lluvia por estos arroyos hasta el mar.
En algunos puntos de Latinoamérica, el escurridero es un corral donde se recibe al ganado recién salido del tanque de baño. O lo era hasta hace pocos años.
Y así podríamos seguir, si el espacio no fuera de 2100 caracteres. Lo cierto es que yo viajé a principios de otoño a Valberzoso, una pedanía del municipio de Brañosera para ver y fotografiar el Escurridero. Un árbol milenario localizado entre los dos barrios de este pueblo, testigo de las “nuevas” y los “tratos”, que además nos recuerda la tradición de juntar el ganado y echar a suertes a ver a quién le tocaba la vecería y hacia qué lugar llevaban a pastar los animales.
Como en el de Estalaya, los vaqueros hacían fuego en su base, lo que nos deja una profunda oquedad. Pero merece la pena visitarlo.
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