El martes siempre se ha venido considerando como un día de mal agüero, y los expertos lo explican por su vinculación con el dios Marte. Nuestro refranero muestra varios ejemplos: “El martes, ni te cases ni te embarques”; El martes, ni gallina eches, ni hija cases”; “El martes, ni hijo cases, ni cochino mates”.
Ese afán por demostrar que el martes es un día raro en el que debemos evitar cualquier evento, sin olvidar que puede ser tan bueno como cualquier otro dependiendo del hado de cada uno, está lleno de trabas para quienes creen en esta rara ciencia. Si se ha cortado las uñas en martes y le salen padrastros, según los convencidos de estas teorías, ahí está por ejemplo una evidencia de que nos hallamos bajo los efectos de ese poder maléfico que parece desprender ese día de la semana.
Y ya no les digo nada si el martes coincide en 13. No puede ir peor la historia. Claro que, para quienes van las cosas mal toda la semana y todo el año, debe ser martes siempre; o viernes, según la tradición anglosajona. Cuentan que Felipe el Hermoso, con la fuerza de las revelaciones de algunos de sus consejeros, mandó que se remitieran órdenes secretas a través de Francia para arrestar a todos los templarios la misma fecha, el 13 de Octubre de 1307 y someterlos de ese modo a un riguroso interrogatorio.
Pero parafraseando la canción de Joan Manuel Serrat, “Hoy puede ser un gran día”, el pasado 13 de Mayo, martes, un amigo me hace llegar la hoja del calendario, con una nota ambientada en la montaña palentina. “La montaña palentina –dice- es uno de esos rincones secretos y recónditos de la geografía ibérica, donde la soledad adquiere un significado especial”. “Estamos hablando –añade- de una naturaleza no domesticada y salvaje, de ausencias de edificios, casi ausencia de poblaciones, casi ausencia de seres humanos. Sola y recogida con sus durísimos inviernos. Tan solo unos pocos arraigaron con su ganado, con su pequeña casa aislada, con sus secretos en el corazón...” Parece mentira que un martes y trece pueda proyectar tan buenas sensaciones en quienes cuentan la historia de esta tierra de esa forma tan dulce, engordando un poco, bien es cierto, la dureza de los inviernos, que ya no son ni sombra de lo que fueron, como la instantánea que recogida hace unos días en Venta Campa, retrata a un grupo de hombres abriendo a pala en las peñas de la Hoz. No dejo de preguntarme, por si las moscas, si esa promoción de nuestra montaña, donde todavía puede gozarse de la auténtica esencia de la naturaleza, no provocará en quienes asumen esa fecha como un fiasco, el efecto contrario al que pretenden estos editores. Es decir, por la misma causa que puede ser perjudicial cortarse el pelo en martes, puede serlo también viajar a un lugar encantado que se publicitaba en el taco del mensajero un día martes y 13.
Llegados a este punto, yo aconsejo visionar las cuatro estaciones de mi amigo Estalayo, Tremaya en primavera, otoñó en la Pernía, los calambrojos, los aperos, la tradicional Salve, los corzos, el Río Pisuerga. Para explicárselo de algún modo, lo que Miguel Vicente Basterra es a la investigación detallada y concisa de cada cerro, de ese lugar encantado del valle de los Redondos, de la historia con mayúsculas de estos lugares... José Luis es la ambientación, la imagen que sólo necesita la complicidad y la visita de aquellos que nos siguen, aunque sea martes y 13.
De la sección del autor "Vuelta a los Orígenes", en Diario Palentino.
Imagen: @José Luis Estalayo
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