Hacer buenas o malas las costumbres implica el rejuvenecimiento o la vejez de un pueblo. Los chinos suelen decir que, “en cada tierra su uso y en cada casa su costumbre”. Y en esta tierra tiramos de ambas con una devoción casi en desuso. Somos costumbristas por tradición, dejando entrever, como el poeta, lo cotidiano. Porque la vida está hecha de pequeñas sonrisas, de pequeños conciertos, en contra de esa función desorbitada que de nosotros pretenden algunos personajes.
El último alcalde de Polentinos, por ejemplo, fue elegido en Concejo, por un miembro de su casa. Aquí siempre votan los vecinos y no los habitantes. Se busca a un hombre, no importa la ideología ni el rostro que tenga. Se necesita la costumbre y con esa misma urgencia se implanta. Su imposición parece razonable y justa, pues busca y favorece la realización del bien social. Hubo costumbres que devoraron leyes y no están lejos las Ordenanzas, a alguno de suyos capítulos hago referencia en otros libros y artículos.
En cada círculo, en cada localidad se generan una serie de creencias, pautas y comportamientos que, posteriormente, se van enriqueciendo al entrar en contacto con otros pueblos. El hecho curioso de los cantores puede darnos una idea aproximada. Los Reyes que se cantaban o se cantan en San Salvador de Cantamuga, son distintos de los que se cantaban o se cantan en Polentinos. Difieren en pequeñas frases y en la música. Hay estrofas idénticas (¿plagiadas, quizá?) y hay estrofas totalmente distintas, lo que en pocos kilómetros de distancia que separan a estos dos núcleos, no deja de causarnos sorpresa. Luego, cada pueblo vive de manera diferente la Navidad o la Pascua y en sus fiestas patronales hay algo que los une y que a su vez los diferencia: un rito, acaso un simple simbolismo… En ese apartado influyen mucho los jóvenes y los Organismos. Hay una condición de miedo y de desgana en este aspecto y, aunque no debemos ser pesimistas, conviene reincidir en ello. No se ha perdido la ilusión –como hemos podido dejar entrever en ciertos momentos–, porque sin ilusión no hay quien viva. Hay ideas, muchas ideas en esa juventud que viene, sólo necesitamos atraparlas, ponerlas boca arriba, buscar a través de ellas la participación del pueblo. No hay demasiado joven ni demasiado viejo, incapaz de aportar su granito. Entre todos la fiesta se hace más grande y las costumbres se hacen leyes.
No debemos perder las buenas costumbres, instancias reguladoras de toda la conducta rural, al igual que en las sociedades primitivas. No obstante, hay que imprimirlas el cambio que requieren, la nueva interpretación que la evolución del mundo exige. Y saber que ni todas son exactas, ni todas son aborrecibles. El tiempo se encarga de recuperar lo que fue “hit” o hizo furor en el pasado, adaptándolo a lo que ahora parece desearse.
Cómo iba a imaginar mi abuela Lorenza Simal que algunos de los romances que ella me tarareaba siendo niño, girarían hoy sobre un trozo de plástico. Pues giran y hoy se compone menos que nunca. Todo parece remozado, apenas se utiliza un mínimo de la imaginación y suben a los primeros puestos de las listas de éxito canciones que se arrugaron a fuerza de sonar y sonar unos años atrás.
¿Se ha perdido todo? –nos preguntamos, como se preguntan los viejos del lugar—, o es que no hay nada nuevo bajo el sol? No hay nada nuevo, es cierto. Todo lo que surge formaba parte ya de nuestra historia. Debemos sacarlo de las tinieblas donde se encuentra y hacer que suene, ponerlo un nombre, darlo color y sentimiento.
Hubo costumbres, las hay, y más allá de nuestra efímera existencia seguirán reproduciéndose, porque el mundo es como su creador, inteligente, y sabrá reproducirlas cuando llegue el momento. Alfonso X, de Castilla y León, define las costumbres como “Derecho o fuero que non es escripto, el cual han usado los omes luengo tiempo, ayudándose de él en las cosas o en las razones sobre que lo usaron. E son tres maneras de costumbres. La primera es aquella que es sobre alguna cosa señaladamente, así como en lugar o en persona cierta, la segunda en persona como en lugares, la tercera sobre otros fechos señalados que facen los omes de que se hallen bien en que están firmes”. [1]
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[1] Ley 4ª. Título 11. Parte 7ª.
En lo que se refiere a las costumbres, usos o hábitos que se siguen observando en nuestra sociedad, hay dos razones que la hacen poderosa y válida: la constancia y la generalidad. Cuando un acto ha surgido espontáneamente, ha gustado y se ha repetido en una fecha y un lugar concreto (modificándose o no ciertos aspectos del mismo), y cuando ha imperado el interés general de la sociedad en que tuvieron su orígen ( y no la necesidad o conveniencia de alguno o algunos individuos que viven en ella), estamos ante la fuerza de la ley, costumbres que pueden llegar a suplir una ley deficiente, según el marco donde nazcan.
Preguntada la Sagrada Congregación de Ritos, si cualquier costumbre derogaba sus decretos, contestó:
“Que ninguna costumbre en contrario, por interesada que fuese, podía derogar la Ley Prescrita por los Derechos de la Sagrada Congregación, con la advertencia de que una vez quitada la costumbre, no podía nunca volver a introducirse.”?
@Para la sección del autor "Folklore", en "Diario Palentino"
Imagen: José Luis Estalayo
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