«Me gustó tanto esta tierra que me quedé en ella para siempre».
+Pablo Hinojar [Panadero]
Pablo Hinojar nació en un molino. Lo de la sangre y lo de la tierra tiene su lógica, porque este burgalés, panadero y molinero desde que era niño, no olvida su patria verdadera y hace patria de la tierra palentina, a la que llegó hace 38 años, y en la que todavía tuvo que pasar apuros antes de establecerse. Pablo ya estaba acostumbrado cuando por abundancia de familia, a raíz de la Guerra Civil, estuvo sirviendo en Briviesca sin paga, sólo a cambio de la comida. "Únicamente, las nueces que cogíamos de los árboles y las habas dela Bureba", recuerda. Como tantos protagonistas de la montaña palentina, Pablo es un personaje en el pueblo que le acogió hace ahora 38 años. Cervera de Pisuerga ha sido proyecto y meta para este hombre, que se confiesa panadero hasta la médula. Cuando Pablo Hinojar llegó a Cervera de Pisuerga, los labradores seguían cociendo para su gasto, estableciéndose a partir de entonces un tipo de convenio, el llamado canje. En su caso, el cambio de harina por el pan. Ellos hacían del trigo harina en sus fábricas y se lo entregaban para el arreglo del año. Su ambición le llevó a crear la Agrupación de Panaderos del Pisuerga en el año 1976. En aquella operación, se embarcaron con él Petra Arto, de Cervera; Agustín de Lózar, de San Salvador de Cantamuda; José Luis Iglesias, de Salinas de Pisuerga, y Bernardo García, de Ventanilla. Todos ellos provenían del gremio y explotaban este negocio en sus respectivos municipios. Esta cooperativa contó con la experiencia de un excelente panadero, César Ramos cuya vida profesional se fue forjando en la fábrica de San Salvador y aprovechando esta coyuntura y el servicio regular que se efectuaba por el Valle de Liébana, un tal Chisco, desde Potes, llevaba el pan a Santander y lo vendía en la Plaza de la Esperanza.
Froilán de Lózar | CERVERA DE PISUERGA
Porque yo nací en Huerta del Rey (Burgos). Cuando alquilamos la panadería en El Valle, como aquí era costumbre apodar a la gente, decidimos adelantarnos con el Burgalés.
Entonces, ¿el local era alquilado?
Sí, al principio se lo alquilamos por veinte pesetas a Los Cotos. Después se pagaba con hogazas da pan.
¿A pesar de la competencia, usted salió adelante ayudado por su familia?
Tuvimos mucho éxito. Ya entonces había tres panaderías: La Carolina, Barlán y la nuestra. La nuestra estaba ubicada en El Valle, camino de la Feria. Aquello era como una posada, todo el mundo se refugiaba allí. Habré asado infinidad de cabezas de ternera para mineros y transportistas. Allí mismo se preparaban los puestos de la feria y venían los pellejeros de Covarrabias, porque entonces se mataba en muchas casas. En fin, me integré bien aquí. Me gustó mucho esta Tierra y me quedé en ella para siempre.
Usted parece un hombre de muchos recursos y sé que tiene también muchas anécdotas, ¿verdad?
Algunas anécdotas pasan de anécdota. En cierta ocasión, recuerdo que vinieron a buscarme unos vecinos de Triollo. Me dijeron que se estaba muriendo el cura y tuve que salir con los medicamentos. Fíjate, en pleno invierno, con una nevada de metro y medio... y habíamos quedado de acuerdo en que los mismos que vinieron a buscarme me acompañarían en el regreso, pero pasaba el tiempo, y como no se presentaba nadie, tuve que regresar yo solo. Aquello fue una travesía, la carretera estaba tapada y nevaba fuerte, lo que dado las bajas prestaciones del vehículo me obligaba a sacar fa cabeza por la ventanilla para no salirme del camino.
¿En aquella época usted ya llegaba con el pan hasta Cardaño?
Llegábamos hasta Alba dé los Cardaños. Hacíamos el recorrido dos veces por semana y dejábamos el pan en el bar de cada pueblo.
¿Y los pueblos de Ojeda?
A la Ojeda también. Llevábamos a la Guardia Civil y la traíamos. Mientras nosotros repartíamos, ellos gestionaban sus cosas. Por aquellos pueblos, entonces, nos daban 'la picatuesta' (de la matanza del cerdo).
¿En su casa se fiaba el pan?
Se fiaba hasta un mes, dos o tres, e incluso un año. Algunos, pasado este tiempo, vendían una vaca y te pagaban. También hacíamos el reparto hasta Valle y Parapertú. Allí se notaba más la alegría que en otras zonas, porque eran mineros y corría el dinero. De aquella zona te cuento una anécdota muy curiosa. Un día estaban esperando al obispo. Yo iba a hacer el reparto y cuando vieran aparecer mi coche en la distancia comenzaron a tocar los músicos y a tirar cohetes, de manera que cuando llegó de verdad el Señor Obispo ya no quedaba munición...
Sección: "Protagonistas de la montaña palentina" |
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