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La realidad es otra cosa

En el fondo, si he de serles sincero, pienso como la mayoría que todo este bucólico proceso rural tiene los días contados. Bien es cierto que, aún pensando como nosotros, quienes han resistido a todas las tentaciones, quienes se han enfrentado a las espaldas de todos los gobiernos, tienen derecho como cualquier otro habitante del mundo a una respuesta digna y coherente de la administración, en cuanto a los caminos por los que circulan y los servicios que hasta en los momentos de mayor esplendor, siempre estuvieron bajo mínimos.




No es que me sienta viejo, ni cansado, ni desesperado; al contrario, vivo por diversas circunstancias uno de los mejores momentos de mi vida, creo que he superado todas las crisis, hasta ésta última que a tanta gente está echando de casa. He regreso al diario de los viernes con más fuerza que nunca, retomo proyectos literarios que habían quedado suspendidos, pero, en el fondo, por más ilusionado que me muestre, cuando se trata de escribir sobre la situación de la montaña, sobre la despoblación, sobre el mundo rural en general, la cosa cambia. 

Treinta y cuatro años después de la primera piedra depositada en este viejo y querido diario, un artículo donde se discutía nuestro descontento y se debatía la posibilidad de transpolarnos a Cantabria, digo que, sin renegar de nada, sin reprobar a nadie, porque culpables somos todos y acaso estemos eximidos de culpa porque los tiempos cambian y las modas son imprevisibles, si he de serles sincero, creo que este ciclo se acaba con esos cuatro montañeses que resisten invierno tras invierno. Los pueblos quedarán bonitos con sus calles desiertas y algún que otro soñador que, aunque caigan chuzos de punta, apueste por este silencio y esta tranquilidad que, también hay que decirlo, en ningún otro lugar encontrará de la misma categoría. 

Como el aire que se renueva, los siglos venideros, si es que el mundo no se acaba en el 2012 como tantas fuentes pronostican, puede que el turismo rural sea la panacea. Pero, en cualquier caso, ya no estaremos aquí para verificarlo. No ha de preocuparnos lo que ocurra mañana. Lo que ha de preocuparnos es el planteamiento político actual que sigue sin tenernos en cuenta.

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