Síndrome de antaño



Quiso la providencia hace unos años meterme en el cuerpo el síndrome de antaño. A fuerza de revisar viejos juramentos y sin otra intención que la de procurar paz a mi espíritu, todos los caminos me iban conduciendo al pasado, a las gentes que poblaron la Montaña. Por más desgracias que nos vengan, aunque la gente a la que queremos se nos vaya marchando, siempre nos queda su recuerdo, su rincón, su costumbre. Porque somos en buena medida la prolongación de ellos y, en la medida de nuestras fuerzas, hemos de luchar por conservar lo que nos legaron. Por eso estoy aquí de nuevo, al inicio de un cuaderno en el que me propongo remover un poco esas inquietudes que ahora encuentro dormidas. Remover un poco esas conciencias que por capricho o por ofuscamiento se hallan enfrentadas. Que la vida es cosa de dos días y no conviene distraerse con las espinas.

Pasemos página para bien, para mejor, para orgullo y ejemplo de los que ahora empiezan.-


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