En los papeles de un largo pleito que tuvo en 1186 Arderico, obispo de Palencia, con Juan, abad de Oña, sobre quién era el dueño de la iglesia de Mieses (Liébana) y de sus fincas y posesiones, se nombra a este lugar como San Salvador del Campo de Muga.
SAN SALVADOR DE CANTAMUGA
Durante los últimos años, pese a la distancia impuesta por las circunstancias, incluso en momentos personales difíciles, he vuelto los ojos a mis orígenes. No sé qué sentido tiene regresar al campo después de la batalla, pero lo cierto es que me siento renacer con el recuerdo y a ello me empuja la buena vida que me dio la Tierra y el trato con la gente. Uno tiene la impresión, al abrir el cuaderno, de regresar por un instante a otra época, más o menos dorada, siempre llena de un impresionante e impresionable silencio. Hoy subes y te asomas a un pueblo como San Salvador, que desde primeros de siglo disfrutó de numerosos servicios: médicos, maestros, secretarios, fiscales, farmacéuticos, abaceros, ecónomos, herreros…etc, con varias fábricas y empresas comerciales: fábrica de harinas, dos panaderías, serrerías y comercios y de inmediato te haces la pregunta de rigor: ¿Qué ha sido del progreso? Y de inmediato te viene la respuesta, reflejada en los restaurantes de la entrada. De seiscientos vecinos en 1931, un pueblo que trabajaba el campo y la mina o compartía en ocasiones ambas cosas, ha pasado a tener ciento cincuenta, la mayor parte de ellos jubilados y, la mínima parte de los que permanecen en activo, esperando el despunte de eso que venimos denominando turismo rural.
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