El mundo se mueve. Lo mueven millones de engranajes pequeños que por si solos pasan ignorados ante la inmensa mayoría. ¿Quién sabe que existe, por ejemplo, un lugar que se conoce como la ruta de los pantanos?. ¿Quién ha oído alguna vez hablar de "El Golobar" o de "Las Tuerces", o de un pueblo llamado Polentinos?.
Ya no voy a referirme a las Villas romanas de La Olmeda o Quintanilla de la Cueza, o a la Cueva de los Franceses y a tantos otros lugares por los que Palencia bien podría tintinear en la conciencia de todos y cada uno de los ciudadanos de este mundo. No, no se escandalicen. No me miren sorprendidos.
Personalmente, he de confesar mi gran ausencia en todo lo concerniente a Guardo. Algo leo, algún movimiento percibo, pero me da en las venas que es un pueblo muy grande que no mete el ruido que debiera. Y mira que hay historias escondidas, bien lo sabe mi amigo y corregidor Jaime García Reyero, que ha colocado en las librerías un ejemplar de 610 páginas sobre la historia de ese confín de la montaña. Jaime, que tiene un pie en Alar del Rey, por sus raíces, es un personaje popular de Guardo, gracias a sus iniciativas culturales y literarias. Jaime es un engranaje diminuto de la gran rueda que con tanto esfuerzo mueve la historia de estos pueblos. Pero, si usted pregunta a muchas de las personas que allí viven, seguro que todavía ignorarán su nombre, la ilusión que depositó en el Concurso Internacional de Cuentos, el alcance de las actividades desarrolladas por el Grupo Literario y la defensa encorajinada que hizo siempre de esta villa a efectos del reconocimiento de su nombre y de todo aquello que resulta casi imprescindible, como la sanidad, la educación, las comunicaciones...
No hemos sabido. No hemos querido. No hemos podido vender la montaña. A unos porque les viene bien que nada cambie; les viene bien de momento, claro, para su vida, para su egoísmo llevado a lo más alto. A otros porque la distancia siempre les vino al pelo para justificar la ausencia. No es lo que cobran los alcaldes, por muy desorbitado que parezca, es lo que logren. ¿De qué le sirve a un pueblo que el alcalde no cobre si rara vez le encuentran en el Ayuntamiento o rara vez baja a Palencia para poner sobre la mesa los problemas y las necesidades? El pueblo se mueve en la medida en la que se mueven aquellos que lo ocupan ocasional o permanentemente. Aunque a simple vista los proyectos se presenten como utopías gigantes y no se conozca de verdad a las personas que los promueven, hay mucha gente implicada. Son a veces iniciativas pequeñas, rostros sin nombre; personas, por lo general, desprendidas, que sin pretender placas al honor y a la memoria quieren lo mejor para su pueblo.
Henrik Ibsen, dramaturgo noruego, nos dejó la definición que le va a este texto como anillo al dedo: "La sociedad viene a ser como un navío y todo el mundo debe contribuir a la buena dirección de su timón.



