Todo cambia en un segundo

Es probable que esta reflexión la haya hecho ya un montón de veces, porque se repiten las historias, como se repite la música, lo mismo que se repiten la mayor parte de las cosas. Lo que podríamos reinventar nosotros en señal de homenaje a los creadores verdaderos, a las generaciones que pasaron antes y no para vanagloria nuestra que no es seguro que de inventores tengamos mucho.


A mí me gusta repetir las historias. Escuchar muchas veces las mismas canciones. La película Apocalypto, por ejemplo (2006), basada en la cultura maya del Petén, Guatemala, alrededor del año 1511, que dirige Mel Gibson, la he visto ¿20 veces? Y no me canso de verla porque siempre encuentro algún detalle nuevo y, aunque subtitulada, me sugiere historias de nuestra historia, me abre los ojos ante un mundo perdido en el dolor, ahora y entonces, donde unas tribus se lanzan sobre otras para exterminarlas, para ofrecer las vidas de los hombres a tantos dioses que les guían, creyendo que lo que estaban pidiendo los dioses era sangre, sacrificios para detener la ira, muy bien representada aquí por los eclipses.

Ahora, en la individualización tan viral que ha tomado este asunto tan pasajero y rutinario de vivir, buscamos en momentos de lucidez, dar un paso seguro para salir de esa recalcitrante soledad a la que cada vez vamos más decididos.

Que sepamos, aquí no hay nada seguro. En un segundo vas de la risa al dolor más intenso. Puedes perderlo todo en un momento y es triste que sólo de esa forma comprendamos las escasas maniobras que la vida te permite hacer, la angustia vital de quienes piden (porque lo necesitan de verdad y no están al servicio de una mafia), para sobrevivir, para respirar una hora más, siendo tan incierta y perecedera la hora siguiente.

© De la sección: "La Madeja", en Diario Palentino, 2016

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