Guardo siempre ha estado presente, pero prohibido para mi, lejano, aun latiendo en su interior enormes corazones de montaña. Es la otra cara de la moneda del cantor. Por más que cuide su voz, por más templanza que le imponga la tierra perniana donde crece, por más premura que le pida la tortuosa carretera que los comunica, siempre queda un hilo al que no llega, una puerta que no se abre, un silencio que no se entiende.
Y le tienen que venir a despertar a uno personas como Yolanda o Eduardo, que se han implicado tanto en darle vida estos últimos años a la feria del libro, de manera que esto también te compromete a ti, en la medida de tus posibilidades; te empuja a tender lazos que complementen su labor, que alejen en buena medida el temor que a todos nos sugiere la inexorable decadencia de un pueblo como Guardo.
Porque en torno a los grandes fueron creciendo los pequeños y aquí encontraron una razón para seguir; primero, las ferias y mercados; luego la robla, que movió hacia otros puntos el mineral de sus entrañas; la térmica, que les dio trabajo, capítulos todos que con tanto cariño expone en sus libros Jaime García Reyero, otro cantor que nunca fue reconocido plenamente. Quienes hemos relatado con mayor o menor fortuna la crónica de estos lugares, siempre lo hemos hecho de forma altruista, porque creíamos en ellos, porque nos rebelábamos ante su ocaso y es por ello que, como suele decirse cuando te toca algo de rebote, hemos estado expuestos al vituperio de quienes nos consideraron enemigos, y si uno es sincero, hay que reconocer también que al atardecer de nuestra vida se nos han llenado los cuadernos de daños colaterales.
No es fácil llegar. Cuesta mucho que te crean y más cuando cuentas cosas que no venden, que nadie quiere oir y de las que, paradójicamente, todo el mundo está hablando. Cuando, como en nuestro caso, machacando en soledad sobre la piedra, conseguimos llegar con la pequeña historia a las gentes que se sienten embelesadas por tanta belleza como aquí se derrama, o es tarde, o se perdió por el camino la esencia del mensaje. Y hay que comenzar de nuevo. Es obvio que siempre estamos comenzando hasta que desfallecemos. Hasta que dejamos de vivir. Hasta que otros nos citen en sus versos.
De la sección: "La Madeja", para Diario Palentino y Globedia.
Imagen: @José Luis Estalayo, de la sección "montaña palentina, la más bella canción de la naturaleza".
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