Ambrosio Ortega y dos penas de muerte conmutadas por la pena máxima.

"Jamás me he sentido ni olvidado ni arrinconado, pero aquella España era la que era. Cada biografía es fruto de una época y la mía es fruto de la mía."


Ambrosio Ortega llegó a exponer en Nueva York, cuando triunfaba en España tras salir de prisión, lo que detuvo una grave encefalopatía que le obligó a aprender de nuevo a escribir y a pintar.
“Era casi un niño, trabajaba en la mina, y después de la guerra mi hermano fue de los que se tiró al monte, un maquis. A mí me hubiera gustado ir con él, siempre me quedó la pena de no haberlo hecho, pero no me quiso llevar porque, como he dicho, apenas era un niño”.

Pero se convirtió en un enlace, mantenía contacto con los del monte e, incluso, se atrevía a pedir dinero en la plaza de su pueblo para ellos. Así se encontró con dos penas de muerte que “por la presión internacional me fueron conmutadas por la pena máxima que aprobaron: veinte años. Pero yo había participado en un intento de fuga cuando llevaba tres años allí y decidieron que aquel tiempo no contara y estuve 23 años en total, salí en 1970. Entré siendo un niño y salí con lo mejor de mi vida entre rejas”.

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