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Yo soy entusiasta de San Salvador, de la iglesia y del pueblo, soy sereno y profundo admirador de la Pernía y de todo el norte palentino que está viviendo una situación de olvido, de envejecimiento y despoblación. Allí, por sus calles y campas, en la serenidad de sus pantanos y en los silencios de su montaña, me siento próximo a la Naturaleza, relajado y feliz.
Palencia, como toda Castilla, tiene en esos lugares un problema sin solución aparente. Tanta belleza parece no ser compatible con un proyecto de futuro y la situación de desamparo por la que está pasando esa joya del románico es un perfecto icono de lo que puede estar por venir. Ruinas, claro. Desolación y abandono. Mientras, nuestros políticos se encargan de discutir si galgos o podencos. Eso sí, con sueldos que ni el presidente del gobierno.
La colegiata de San Salvador lleva mucho tiempo con el coro en mal estado. Ya nadie puede acceder a él porque el suelo está destrozado y las maderas se rompen al ser pisadas, como denunció en este periódico Froilán de Lózar y repetía el martes pasado, con comprensible angustia, Marta Redondo. Y ahora las humedades. Las humedadesestán destrozando toda la iglesia, la capilla, el altar, los capiteles. Y nos queda todo el invierno por delante, con lo que llueve y nieva en aquellos lugares. Vamos camino de quedarnos sin una de las imágenes palentinas más repetida cuando alguien quiere citar nuestra provincia.
¿Saben lo peor de todo? Que la iglesia de El Salvador fue declarada en 1993 Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León. Pues bueno, ¿y qué? ¿Ustedes creen que eso importa o sirve para algo?
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