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El cielo en el infierno

Una de las mayores dificultades para llegar con éxito a cualquier cúspide, es la falta de manos, la ausencia de voces; el pueblo pequeño que, lejos de la capital, procura salvarse de las plagas que por doquier se multiplican y le cercan. Lo curioso es que todos se consideran con derecho a decidir su suerte, a intervenir en su futuro, a determinar qué es lo que debe hacerse con el terreno, con las plantas, con el turismo...Y este mal no es de aquí solamente, ni de ahora.



En el correo de esta mañana que me remite un diario vasco, leo que “La declaración de Armañan como Parque Natural lleva paralizada más de once años en el Gobierno Vasco". Se trata de una zona de gran riqueza paisajística con abundante fauna y múltiples especies arbóreas, situada en el oeste de Bizkaia, lindando con Cantabria, concretamente en los términos municipales de Carranza y Trucíos. Una de las posibilidades que se barajan de cara a su futuro es el tremendo potencial turístico, que cuenta con atractivos naturales desconocidos por el gran público, como son las cuevas de Pozalagua o la Toca del Carlista. El Informe del Plan de Ordenación específica que la elevada diversidad de la zona y su interés por la conservación, colocan a este espacio en la cabeza de los lugares europeos en cuanto a conservación de la Naturaleza. Como pueden observar, es una copia detallada de lo que viene sucediendo en nuestro propio Parque. 

Extiendo un poco la noticia y me detengo en la entrevista que se le realiza a Eduardo Renobales, miembro de un grupo ecologista que presentó numerosas alegaciones, léase la prohibición de realizar explotación de ningún tipo, ya sean a cielo abierto o subterráneas; la regulación de las acampadas, el uso de vehículos u otros aspectos que no contemplaba el borrador. Por las mismas fechas y en otro diario de mayor difusión, Eduardo Aguirre, un ingeniero de montes, eleva un canto a Ordunte, cuando colectivos y ayuntamientos se oponen al Parque Eólico, y lleva su entonación al máximo en un pronunciamiento que bien podría firmar cualquier ecologista, sobre la tierna historia de doce parejas de alimoche que anidan en los alrededores del Parque y el importante corredor migratorio que se conoce por la Llana de Saldueso. Yo estoy confundido con tanta ternura y tantos cantos salvadores.

Los ecologistas en contra de un sistema que ahorra combustible de petróleo y evita el tan temido aumento de CO2 en la atmósfera, amén del respiro económico para las depauperadas arcas de los ayuntamientos. Y el ingeniero-ecologista finaliza con una explosión de júbilo, animando a la lucha de otros grupos burgaleses, (¿palentinos?) y pasiegos que viven similares acechanzas en sus tierras, cuando el desarrollo, -según las teorías de estos expertos contrariados-, está en aprovechar al máximo los recursos naturales sin destruirlos. Las minas, los montes, el agua... No hay más recursos naturales. Las minas se cierran, el monte se hace intransitable en muchos lugares y parece que  se perfilan las embotelladoras, se oyen voces que claman porque han descubierto que el agua tiene dueño.

Vivimos un tiempo de convulsión en muchos aspectos. Lo mismo hacemos versos que tiramos de pistola. Frente a la riqueza natural y al manifiesto esplendoroso de los lirones, nuestros pueblos siguen despoblándose a pasos de gigante, envejeciéndose, achicándose, como ese escalador que se propuso en solitario realizar la hazaña más difícil y le venció el cansancio y le confundió la tempestad y se quedó sin aire a las puertas mismas de la cima.

Es como si en el mismo cielo estuviera el infierno, cosa que sólo entienden de verdad quienes decidieron un día quedarse aquí a vivirlo.

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