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En el tercer aniversario de su muerte




Cada persona lleva su pasado al libro de la vida. Y en el pasado está la vida de los nuestros. A medida que pasan los años, unas imágenes se difuminan más, otras aparecen más nítidas; las primeras se escapan, las segundas se instalan en alguna parte del cerebro, indican que vivimos intensamente una época, que conocimos otra forma de vida, que degustamos un poco el ambiente y las tradiciones del momento.

En Cervera de Pisuerga, frente al Museo Etnográfico, donde se citan artilugios de antaño, Juan y Piedad Isla quisieron rendir homenaje a sus paisanos, que fueron amigos, parientes, conocidos, miembros todos de esa gran familia que es un pueblo.

Allí estaban el retrato y la sipnosis de Froilán de la Hera, natural de Areños; Julio Rodríguez Herrero, de Villarramiel, que regentó el Hotel Rubio de Cervera; el practicante Emilio Lagar Lorenzo, que atendió más de mil partos; el almacenísta Amérito Pérez; Filo, la planchadora; Manuel Otero, el barbero.

Allí estaba la semblanza del abogado y director de banca, Mariano Cajigal Macho, que escribía a primeros de siglo un artículo en este periódico pidiendo lo que ahora Piedad le ha dado: "Sí, amigos y paisanos, yo busco un historiador que nos hable de las vicisitudes de nuestros antepasados, de su lucha por la vida, de sus hazañas guerreras, de sus instituciones sociales y familiares, de tantas y tantas cosas que serían para nosotros, sus descendientes, timbres de gloria y escuela de enseñanzas, porque, como dijo el filósofo, la historia es la maestra de la vida".

Allí estaban también la panadera de Celada de Roblecedo, que tuvo once hijos y que fabricaba el pan a los vecinos que traían su harina; el relojero que llegó de Orense; Aquilina de la Hera, que dejó su espíritu vagando en el restaurante de las afueras, motivo de alabanzas que, incluso alguno de los clientes más allegados hizo verso:

"El que busca bienestar y confort,
y quiere saborear lo mejor de lo mejor,
sin duda, sin titubeo, y con toda decisión,
le ves marchar paso firme, camino del Resbalón".


Otro tanto cuentan las crónicas de Tomás "El Sevillano", los hermanos Gallo, Manolo Nestar, Mariano Doce, Tomás Contreras, apodado el tio pedorro, que anunciaba: "Vendo medias para clérigos de lana", o "Vendo gorros para criaturas y criaturos".

Por Cervera de Pisuerga pasó, proveniente de La Vega de Saldaña, el cura Don Saturio, cuyo primer destino fue Resoba, y que ejerció como coadjutor 46 años en la villa norteña. El tío Garabito, empresario de minas; Basilio y María, de la fonda "La Deseada"; Teodora Gómez, la perruca; Tomás Ibáñez, el tío mosquito y tantos y tantos otros que vinieron antes que ellos y que dejaron un lugar, un libro impreso que de alguna manera ha recuperado para la historia de Palencia esta palentina, Piedad Isla, reportera que fue de la Agencia EFE, metida hasta los tuétanos, por su oficio de fotógrafo al que se entregó con las mejores artes, en el devenir de todos los pequeños y grandes pueblos del norte de Palencia.

Es una satisfacción, debió serlo para ella, recibir en vida un homenaje de su tierra, aunque todos no acudan, porque los homenajeados ya no viven y algunos de los paisanos han habilitado líneas rojas que se estiran y que no se rompen, que se engordan por asuntos que causaron llagas y que dejaron huellas y pesares.

Todos no acudirán, parece norma escrita, pero todos son conscientes de lo que supone pregonar lo nuestro con la devoción y el desinterés que en esta encomiable tarea ha puesto Piedad Isla.

Imagen: Gente Digital

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