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Regreso al futuro

Aunque las experiencias que hablan de rehabilitar pueblos abandonados son todavía muy escasas(1995), se siguen dando ejemplos en distintas zona de nuestra geografía que bien pudieran proyectarse aquí a la vuelta de unos años. En los meses de julio y agosto de este año, un nutrido grupo de personas han pasado sus vacaciones en Búbal (Huesca), Granadilla (Cáceres) y Umbralejo (Guadalajara). El abandono de los dos primeros se debe a presas y pantanos y se cita la pobreza para justificar la soledad del último.




Este encuentro fortuito con la naturaleza no es tampoco -como aseguran quienes escriben de ello- volver a una forma de vida hoy casi olvidada. Olvidada si, por sus gestores, pero viva también en la memoria de quienes nacieron y vivieron en ellos bajo mínimos. Lo lamentable del proyecto es que con estos encuentros (hace muy pocos días se anunciaba una nueva convocatoria), no se consigue recuperar los pueblos. La idea es plantar allí unos niños y explicarles que aquello tuvo vida, que allí pastaron unas vacas, que en el monte cercano hubo cabras y que quienes allí vivieron no disponían de carreteras, ni agua, ni luz, ni teléfono; que salvaron por el monte a través las distancias, que no había médicos ni maestros ...

En esas perspectivas y recuerdos, sólo unos pocos y arriesgados soñadores son capaces de dejar la poltrona y venir a instalarse para siempre en un pueblo, que seria a fin de cuentas lo que nos diera pie a creer en esa falsa restauración de la que tanto se habla en estos días.

En el término de los Ancares, en Villarbón, el soñador es Yuma, un leonés de Veguellina de Órbigo, que a sus 41 años busca por encima de tantos contratiempos hacer un pueblo vivo. Unión Fenosa había prometido devolverle la luz para este otoño, telefónica estudiaba la implantación de los teléfonos, y el plan leader ha concedido 19 millones para hacer realidad un vivero forestal autóctono. Hace falta mucho más que un sueño para resucitar un pueblo abandonado. Nuestra montaña palentina tiene varios ejemplos; cuando hace unos años visitaba una explotación comunitaria en Alba, nunca pensé que aquella zona pudiera revivir como lo ha hecho. Triollo es el mejor ejemplo. los Llazos, puede que Casavegas, en un futuro próximo, los Redondos.... pueblos, muchos de ellos abocados a un final parecido si no se ponen desde ahora mismo en marcha los apoyos. Algo he querido vislumbrar, pero lo que abunda es el diálogo, los planes estratégicos, muchas flores, muchos amores... ¿De qué otro modo se puede entender, si no, el Comunicado que han hecho público las altas esferas de cara a prevenir a la población de estos lugares, para que procedan a prepararse para recibir al invierno: "que se llenen las despensas", "que tengan la leña preparada", "que no se impacienten si no ven aparecer las máquinas en siete días ...Digo que estamos como estábamos. La gente de allá no tiene ni la más remota idea de lo que aquí se cuece.

En fin, nuestra zona quizá tenga más suerte por los proyectos que ahora están pendientes de ejecución, pero digo todo esto porque se ha hablado sin cesar de turismo rural y ya, en Vizcaya, donde la Diputación había apostado fuerte en los caseríos, los propietarios de los hostales rurales están empezando a caer en el pesimismo: "Este no es el chollo que nos habían vendido". La mayoría tenia una idea vaga de lo que se iba a encontrar cuando solicitó el permiso de apertura y muchos dueños da la red de agroturismo estudiaban su cierre ante la escasa demanda.

Aquí hemos depositado mucha ilusión en el proyecto y, de momento, las perspectivas son halagüeñas, aunque el ramo de hostelería no comulgue en muchos aspectos con el asunto. Lo que a unos les va bien, a otros parece molestarles. Los hosteleros se quejan -y razón no les falta- porque hay mucha gente que está explotando este negocio y nadie rinde cuentas, después del sacrificio que se les está exigiendo a la mayoría de los autónomos.

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