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El tiempo

2 de marzo de 1993. Segovia, capital, amanece cubierta por una capa de 30 centímetros de nieve. Cerca de 12.000 estudiantes de todos los niveles educativos no pudieron acudir a clase.24 de enero de 1996. Numerosos pueblos de Castilla y León permanecen Incomunicados por la nieve.



Tal y como están las cosas, hoy día se requiere un cuidado especial al dar nuestra opinión sobre todo aquello que se mueve y nos mueve, una delicada fórmula que no siempre empleamos, sumidos como andamos en mil proyectos cotidianos, absorbidos por la prisa, influenciados por los medios. Esta reflexión, e incluso el titulo del artículo, vienen a cuento porque días atrás el presidente de la Asociación de Turismo Montaña de Riaño y 122 firmas más, se declaraban en rebeldía por el trato recibido en la primera cadena de la TV.

Aunque la reflexión estaba hecha implicando a todos los medios de comunicación, se acusaba principalmente a ésta por haber emitido informaciones climatológicas inexactas antes del puente de la Constitución. Aseguran que ello creó preocupación entre los habitantes de la zona, y miedo a quienes pensaban viajar por ella en aquellas fechas, lo que directa o indirectamente perjudicaba asimismo a quienes viven del turismo. No les falta su punto de razón.

El mismo fenómeno pude verificarlo personalmente, al viajar como tenía proyectado a la montaña palentina. "En tu tierra están tapados por la nieve" -me dijo un constructor amigo por la mañana, en una pequeña tertulia que improvisamos en un bar del barrio, antes de dirigirnos a nuestros respectivos trabajos, y sí noté que, aunque no había nieve, se esperaba, porque en principio lo había anunciado la TV. No vayamos a saltarnos el semáforo, pues, aunque es verdad que se han vivido inviernos catastróficos (seis largos meses de inactividad para ganaderos y comerciantes) y, aunque, por norma general el pueblo ya contaba con ello, preparándose convenientemente sin necesidad de que Protección Civil se lo anunciara, tampoco vamos a inventarnos un drama a estas alturas. En contra del refrán, hemos de advertir que el lobo se ha comido ya cuatro o cinco inviernos, y a excepción de los impresionantes neveros que suelen hacerse en ciertos lugares con el aire, la incomunicación no ha durado más allá de cuatro días en la mayor parte de las zonas de montaña.

Quienes me siguen a través de los libros (los dos primeros agotados ya, en un lugar donde se lee poco, lo que me halaga y me sorprende), pueden pensar que ciertas narraciones de la nieve bien pudieran proceder de la inventiva, para impresionar a la gente o mover a las autoridades a buscar soluciones, pero he de aclarar que, más allá de la actual tranquilidad, relatan la verdadera historia de aquellos años cuando la nieve en el invierno era lo más natural del mundo. Hasta parecía un castigo de Dios que no nevara. Ahora mismo, los hombres y mujeres que se dedican a pronosticar el tiempo, nos obligan a perderle, anticipándonos a precipitaciones que a veces nunca llegan. De esta forma, todo lo tenemos a medias: la nieve es buena para los que esperan la cosecha, pero en estos lugares, que sepamos, la nieve anula la poca comunicación que había entre los pueblos, impide las visitas y obliga a cambiar los hábitos de quienes trabajan la ganadería. Riaño es un caso nuevo que requiere de un tratamiento nuevo, porque allí, seguramente, se vive ahora más del hotel que de las vacas. Por lo tanto, retomando el asunto, a mi no me preocupa que la TV se equivoque siempre que nombre Piedrasluengas. La pena es que, en cuestiones del tiempo, debemos ser también seres extraños, porque rara vez se nos nombra en la radio, ni en la televisión, ni en los periódicos.