No conviene abusar de nada y menos en estos tiempos convulsos que vivimos. Se nos va la vida al menor descuido. Se nos va la vida de personas a las que queremos, de gentes que marcaron un hito importante en la vida de su comunidad o de su provincia. Apenas había puesto un pie en San Salvador a primeros de agosto, cuando una amiga me comunicaba el fallecimiento de Gonzalo Alcalde, el espeleólogo que llevó la montaña a los diarios, a las revistas, a los libros.
No llevo cuenta de las fechas, pero creo que fue hace cuatro años, cuando volvimos a encontrarnos en Santamaría de Redondo, en casa de José Luis de Mier, nuestro abogado en Cataluña, un encuentro en el que participaron algunos vecinos de este precioso valle, amigos de nuestro anfitrión. Siete meses más tarde, de improviso, José Luis que había venido a menear pendones en la feria de Ramos a Cervera, se quedó dormido y ya no despertó. Fue Gonzalo el que me comunicaba desde Palencia el triste desenlace. Y ahora se nos ha ido él, cumplida con creces una labor que abrió las puertas de nuestra montaña al mundo.
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