Si para cualquier lugareño, la fiesta de su pequeño pueblo ya es un aliciente, para Estalayo, que nació en Tremaya, anduvo de misionero por Perú y terminó en una casa-cuna de México, vivir a pleno pulmón la mojonera era el sueño más grande. Que luego pierde los papeles, y le confunden tantos puertos, y nos abrasa a imágenes desde los lugares más inhóspitos. Quiero entender un poco esa carrera en la que anda empeñado, con la intención de llevar lo más lejos posible cada historia que sale de estos pueblos. Y quiero entenderlo también por tanta gente que tuvo que emigrar y para quienes, cualquier noticia de su tierra es un manjar del cielo.
Llegó temprano y se sumó a los que buscarían los mojones de los Redondos. El paisaje no podía ser más atractivo, el camino lleno de arráspanos maduros que invitaban a quienes participaron a parar de vez en cuando para saborear tan exquisito fruto. De pronto aparece lo que creyeron era el primer mojón con una cruz cincelada esculpida sobre una gran roca.
Cuentan que, el notario, con voz potente y clara, iba describiendo la ubicación de cada mojón. Que algún mojón se resistió, que la caminata fue larga y que, a medio camino, algunos se sentaron para degustar los alimentos que llevaban.
Describe José Luis cómo llegaron hasta el último, el más alto, el más notorio y el más hermoso. Cómo vivieron la romería en el llano más de 300 personas, cómo aquellos pleitos nos trajeron esta hermosa costumbre que se repite cada nueve años, este año, por primera vez, con la participación de las mujeres.
Una experiencia inolvidable para todos, también para quienes desde las páginas de un diario conocieron por primera vez aquel pleito hoy convertido en fiel costumbre.
La Madeja | Diario Palentino
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