No puedo evitar un estremecimiento cuando pienso en una muerte. Todas las semanas, por lo general una mujer, acaba muerta a manos de su pareja. Lo leo y me resisto a creerlo, aunque no los conozca, aunque el hecho suceda a 500 kilómetros de distancia. Mi llanto no está marcado por la consanguinidad, pues ningún lazo me une a ellos. No derramo lágrimas, ni sale el asunto a colación en la conversación con los amigos.
Yo creo que nos estamos acostumbrando a verlo. Es como una liga en la que semanalmente toman partido cuatro asesinos imprevistos. Mi lamento viene de muy adentro y tampoco me sirven de desahogo estas cuatro letras que ahora les manifiesto. Pregunto: ¿Nos sirve de algo tanta educación como recibimos?¿Nos vuelven locos los celos o la envidia?¿Puede llevarnos una pequeña discusión a una matanza?
A mi me pasa como a Solón que, cuando le dijeron: "llorar no te devolverá al muchacho", contestó el legislador griego: "Por eso lloro, porque no tiene remedio".
La publicación ofrece un detallado estudio de cada lugar, que puede convertirle en viajero, andador o visitante, y caminar con gozo por estos bosques, recorrer sus rutas, sendas, admirar sus cuevas, cascadas y espacios naturales, sus eremitorios, iglesias y museos, y visitar los diferentes Centros de Interpretación...
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