Clemente Lomba, natural de Casavegas y afincado en Santander, viene a Bilbao en abril para pedirme una aportación al “Romancerillo Cántabro”, muy bien llevado por Fernando Gomarín Guirado, director del Aula de Etnografía de la Universidad de Cantabria.
Una de las ventajas que ocasionan la distancia y el olvido, quizá la única, es la conservación del Patrimonio oral: las marzas, los reyes, las coplas populares y los romances, cuyas notas tanta nostalgia me provocan, pues vienen al recuerdo muchas personas que desde Piedrasluengas a Polentinos y desde Lebanza a Celada de Roblecedo, llenaron tantos días de convivencia. Pero frente a la ventaja de practicarlo con cierta regularidad, ante la ausencia de nuevas mareas, existe también el riesgo de perderlo, ya que pocas personas –por falta sobre todo de tiempo y ayuda de las Instituciones regionales, comarcales, e incluso locales–, pueden dedicarse a recopilarlo.
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