Si me lees dentro de 100 años

Llega un momento en cualquier actividad, en cualquier vida, donde se hace un balance, para seguir en la misma línea, si lo que se hizo estuvo bien, o para buscar una alternativa si el resultado no nos satisface. En mi caso, las nuevas tecnologías sirven de referencia para recuperar allí viejos escritos, encontrar motivaciones parecidas en otras latitudes castellanas que sufren los mismos o parecidos males y globalizar de alguna manera nuestros enclaves a punto de ser devorados por ese cáncer de la despoblación al que no se le ha encontrado medicina eficaz en ningún lado.




No sé por qué, siempre se valoran las propuestas de los demás cuando quienes las hicieron están requetemuertos y sólo quedan las hemerotecas para darles el cumplido reconocimiento. Como eso no va a cambiar en el tiempo, aprovecho para agradecer por anticipado, ahora que puedo, a quienes tengan la ocasión de leerme dentro de cien años, y acaso me citen con el mismo deleite que yo cito a quienes describieron antes la desolación, el paisaje, la historia y el devenir de estos lugares. Lógicamente, estamos transmitiendo el sentimiento de muchas personas que sintieron el mismo frío y abandono que nosotros, que sintieron las mismas emociones. Es conveniente que nunca se pierda la esperanza.

Pero prevalece el sentimiento de amargura cuando compruebas que la tierra se va agotando sin remedio, y no llegan los repobladores que se esperan para darle nueva vida, como los repobladores que llegaron un día a estos lugares y construyeron sus casas, y levantaron las iglesias y los puentes y se guiaron en los viejos Concejos... Porque todo llega en su momento, no cuando lo deseamos nosotros, y en la historia de cada pueblo, como en la historia de cada persona, intervienen una serie de factores que generan todo lo necesario para que el hecho se produzca. Y si no hemos sido capaces de contagiar a nadie; si no hemos podido venir a vivirlo como gritábamos a los demás que hicieran; si no hemos sido capaces de ponernos en pie para defender tantas historias como aquí se fueron generando, es que, a lo mejor, no nos lo merecemos, ni somos las personas indicadas para continuarlo.

LA MADEJA | DIARIO PALENTINO 

Publicar un comentario

6 Comentarios

  1. R.C. de Interés17 febrero, 2012

    De alguna manera esto es algo que se da casi siempre, eres un gran poeta, como Luis Carlos López, cuando ya no estas, un pintor póstumo como Van Gohg... supongo que sera, como aquello que "nadie es poeta en su propia tierra"..."es como el vino que cuantos más años mejor". Un fuerte abrazo

    R.C. de Interés, desde Guatemala

    ResponderEliminar
  2. @RC, Gracias, querida amiga. Te queda la sensación amarga de que tu trabajo no sirve para nada. Y es cierto, creo que esa misma sensación la sintieron siempre prestigiosos autores de todos los tiempos y de todo el mundo. Un abrazo

    Respuesta en Bitácoras

    ResponderEliminar
  3. Es curioso, por que sin haber leído el comentario de R.C. de Interés he puesto el mismo simil al divulgarlo por twitter. Me viene a la mente tras leer tu comentario, estimado amigo Froilán, la historia aquella del nieto y el abuelo de un pueblo nómada del desierto. El nieto con su juventud y arrojo le dijo que por qué tenían que plantar tantas palmeras a su abuelo, si total ellos no iban a poder comer sus dátiles. El abuelo con la experiencia y sus arrugas en la frente, mientras descansaba a la sombra le respondió, plantaron para que comamos y gracias a que plantaron muchas palmeras (que muchas no crecieron) nosotros podemos comer dátiles ahora y venderlos y vivir de ellos. Plantamos para que un día nuestros nietos puedan tener dátiles para comer y venderlos. No está en nuestra mano, lo que hagan nuestros nietos, ni los que nos lean cuando pasen cien años, pero el mérito (muchas veces no reconocido y que pasa desapercibido cuando no debería ser así) estriba en que hay que seguir echando esas semillas de dátiles cómo tu haces con tu trabajo cada día. Muchas probablemente sean estériles, pero sólo con que una germine y sea leída y tenga su eco (hoy, mañana y de aquí a cien años) bastará para que tenga sentido. Un saludo mucho ánimo y un abrazo!!

    ResponderEliminar
  4. Amigo Chema, la conversación sosegada es otra de las sensaciones que te permiten responder con nuevas ideas y pensamientos a cuanto ya llevas arrastrado. Curiosamente, siempre he huido de todo protagonismo, lo que en este mundo de hoy podría tomarse como una "balandronada", como dicen en mi pueblo. Hombre, como bien dice mi amigo Xibelius, en su blog de Sanabria, a nadie le amarga un dulce y yo agradezco también estos gestos, pero ya son muchos años de canción para esperar grandes manifestaciones ahora.
    Lo que no me cabe duda es que voy a seguir con esta premisa que me tracé un buen día, cuando era un muchacho de apenas diecisiete años y el periódico que ahora me acoge estos artículos, publicó el primero de muchos centenares de artículos sobre aquella tierra de uno que siempre es especial y única, ahora con más motivos.
    También es una forma de expresarse, la mía siempre ha tenido ese tono dramático y quejumbroso, por si aparecía, como tú bien dices, algo que lo hiciera germinar.
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  5. Ay, Froilán: hablas de tono dramático y quejumbroso... a veces es difícil, muy difícil, evitarlo al hablar de y desde el mundo rural. Mencionas el cáncer de la despoblación: no sé si es reversible. No sé si ya hace tiempo algún tecnócrata decidió que era muy caro mantener los pueblos, que es mucho más económico tenernos a todos bien agrupaditos en las ciudades. No quiero ser agorero, pero quizás un día nos demos cuenta que salió más caro el NO mantenerlos, no cortar una sangría sin fin...
    Creo, como Chema, que lo nuestro es sembrar: el fruto no está en nuestra mano.
    Yo reduzco mi actividad, pero no abandono. Creo que "esto" merece la pena, y creo que tenemos una deuda con nuestras tierras.

    Un abrazo, Froilán

    ResponderEliminar
  6. Xibelius Jar, Revisando lo escrito, me doy cuenta del error que cometo al cierre del artículo, cuando digo que a lo mejor no somos los continuadores. Claro que somos los continuadores, por herencia, por despecho. Y es evidente, quien me conoce ya lo sabe, que yo no voy a rendirme mientras me quede aliento.
    Lo de las medallas o reconocimientos no es por uno mismo, aunque sobradamente se agradecen si llegan a tiempo, sino por la tierra de uno, que parece abandonada a su suerte.
    Tenemos, vosotros también, nada de irse de ningún sitio, digo que tenemos una cita con la historia, aunque sea la pequeña historia de un escondido pueblo. Y a todos los que van dejando por aquí su huella, pero a vosotros especialmente, os quiero ver regularmente, echándome pestes o dándome ánimos para seguir, que a veces uno echa de menos también el apoyo y la comprensión de sus paisanos.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

Si la entrada tiene más de 15 días, revisaremos tu opinión. Puedes comentar libremente. Agradezco tu participación. Sé prudente y respetuoso al exponer tus juicios.