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Carlistas en Redondo

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La memoria tiene las patas muy cortas y ahora que uno tiene acceso a internet, va descubriendo capítulos e historias que se vivieron con cierta intensidad en el interior de nuestra tierra, historias de las que muy poco sabemos. Tengo que agradecer a Vicente Basterra los envíos que me hace desde un apartado lugar de Cantabria y en los que aparecen referencias a las dos primeras guerras carlistas en el valle de Redondo. Por tradición oral se conoce la presencia de una partida de Carlistas en el monte mosquito; hay muy débiles vestigios sobre la incursión de estos guerrilleros, pues las construcciones eran precarias, pero según el investigador perniano se conserva en aquella cumbre, en el lugar conocido como el Alto del Milanillo, una trinchera y algún corral. A mediados del pasado siglo se encontraron restos humanos en la Peña la Hoya del Anillo, situada encima del Toyo, supuestamente, restos Carlistas. La tradición oral habla también de sendos apostaderos en Prao Sordo y en Llana May

Museo de Ursi

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Hace algún tiempo les presentaba al hombre. Hoy quiero presentar su obra. Una muestra importante de la obra de Ursi se localiza en el museo ubicado en Aguilar de Campoo, que el propio autor rehabilitó a partir de una antigua torre de vigilancia, junto a la puerta de Tobalina. Muy poca gente sabe que, gracias al artista y a su defensa del patrimonio, Aguilar puede disfrutar hoy de su barrio judio, a punto de ser demolido para edificar pisos. Victoria Luengo, otra artista de la tierra, le dedica un sentido homenaje a este artista de Villabellaco: "Como hombre de pueblo que tú has sido/ tu escultura rezuma ingenuidad/así como esa fuerza, esa verdad,/de todo aquel que es puro y bien nacido./Aunque ahora que te escribo estás dormido, /tu obra habla de tí con terquedad/ henchida como está su identidad,/de todo lo que has sido y has sentido." Su obra está repartida por numerosos puntos. En el Museo Arqueológico Nacional (Madrid) se encuentran algunas maquetas que hizo a pe

La última carta

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Ante la vida, como ante la muerte siempre hay un momento para desahogarse, si se da la ocasión o nos dejan hacerlo. Cartas como las que escribe el gallego José Mejuto desde la prisión, entre octubre de 1936 y julio de 1937, en las cárceles de Vigo, San Simón y Pontevedra. 34 cartas custodiadas en Argentina por su mujer y su nieta, y depositados los originales desde 2015 en la Real Academia Galega, fecha en la que son publicadas por la editorial Alvarellos. Pero hoy me detengo en la última carta de Balanzátegui, un condenado a muerte que Iñaki Sierra Charola, uno de sus descendientes, donó al Museo del Carlismo de Estella en 2010, al tratarse de una historia ocurrida al norte de nuestra provincia, en Valcobero, que en el censo de 1842 contaba con 30 hogares y 156 vecinos. Balanzátegui Altuna, que había nacido en Zarauz en 1816, partidario de Carlos María de Borbón y regidor de la ciudad de León durante dos mandatos (1857-1868) fue fusilado en Valcobero el 6 de agosto de 1869, en

Fuero de Brañosera

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El monje de Arlanza ya escribió que la repoblación comienza en los angostos valles cantábricos. Gente humilde por delante que, impulsados por el hambre y esperanzados por la presura, se establecen de forma dispersa y aleatoria. Detrás vienen los nobles y abades. En el 824, el conde Munio Núñez, siente la necesidad de organizarla, de avanzar en los derechos de quienes la repueblan, de escribir una Carta Puebla, donde se registre aquel importante hecho de considerar hombres libres a sus súbditos.   Es tan importante este Fuero, porque hablamos de uno de los testimonio más antiguos y completos sobre la repoblación castellana, y el origen de la organización municipal española. La Carta Puebla libera a los colonos de ciertas obligaciones consagradas y, a la vez, les otorga ciertos privilegios por su propia condición. El manuscrito fue dado a conocer por Fray Prudencio de Sandoval en el siglo XVII. Una copia muy fidedigna se encuentra depositada en el Archivo del monasterio de Silos.