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Tantas pequeñas cosas

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Uno siempre termina por regresar a sus orígenes. Tal y como se está poniendo el mundo, uno lo que celebra de verdad es la independencia de su casa. Que no faltará quién te llame cobarde por hacer lo que haces, con la libertad que de tu adentro clama, con la soledad que todo lo conquista por este norte nuestro tan denostado y tan aislado. Todos esos momentos que se han ido guardando en alguna parte de tu cerebro, vuelven a la memoria, te detienes mil veces ante la misma marca de la piedra, como si estuviera escrito en algún lado el lugar natural que te llenó los ojos. Pero entiendes entonces lo efímero del tiempo, cuando has llegado casi al límite sin haberse resuelto ese misterio de la vida. Y otras pequeñas causas que se han ido perdiendo en ese regreso hacia la despoblación de los lugares. Dónde está, por ejemplo, aquel código interno que tu aprendiste a interpretar sin muchos libros, que te pedía respeto para los demás aunque pensaran diferente, que te empujaba a ayudarles g

San Salvador de Cantamuda

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En este lugar –según cuenta la leyenda- cantó la muda. Desde entonces, San Salvador de Tremaya, se llamó de Cantamuda. También se dice Cantamuga. (79) En los papeles de un largo pleito que tuvo en 1186 Arderico, obispo de Palencia, con Juan, abad de Oña, sobre quién era el dueño de la iglesia de Mieses (Liébana) y de sus fincas y posesiones, se nombra a este lugar como San Salvador del Campo de Muga. El nombre aparece citado asimismo en 1256, en los privilegios de Alfonso X como "San Salvador de Campo de Muga". Cuando una población crecía más que las de los alrededores pasaba a obtener el título de villa y con ello el derecho a alojar a un representante del poder político que ejerciera el derecho de justicia sobre la comarca. El símbolo de ese poder venía representado por el llamado rollo de justicia. En 1541 hay un acuerdo entre Luis Cabeza de Vaca y el Duque del Infantado, por el cual corresponde al obispo la jurisdicción civil del valle de Bedoya y civil y criminal

Buenos golpes de pecho

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No sé quién habla por nosotros en las Cortes castellanas. No sé si hablan, ni sé si sirve para algo lo que hablan. Pero alguien sabrá que aquí hay un puente regulado por semáforos. Lleva así cuatro años, y la carretera otros cuarenta, con unos carteles que aseguran una inversión que jamás se hizo. Una medida inútil, porque si tanto peligro tiene este puente de Vañes debería estar cerrado al tráfico. Hablarás de la carretera, me dicen en los comercios de Cervera. No veo que escribas nada de la carretera, me insisten otros paisanos con los que me tropiezo cuando vuelvo. ¿A quién le preocupa la carretera? ¿A los políticos que dicen defenderos? Estamos cada día más abandonados. Yo tengo intención de volver aquí cuando me jubile, si es que llego, pero a uno viendo lo que ve se le quitan las ganas. Voy a San Salvador a sacar la piedra de la casa. Voy a sacarla yo mismo, con ayuda de un amigo. ¿Dónde tiramos los escombros? Los escombros hay que llevarlos a Herrera de Pisuerga. Y all

San Pedro de Cansoles

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Lo define muy bien, con el rigor que le caracteriza, el escritor y académico Gonzalo Alcalde. San Pedro Cansoles es el primero o el último de los pueblos palentinos —según se suba o se baje— haciendo el antiguo recorrido de la Cañada Real Leonesa, a través de la cual se comunican los puertos de Valdeburón (León) con Montemolín (Badajoz). Su topónimo lo vinculan los especialistas con "el campo de sol", donde tuvo importantes posesiones el Monasterio de Sahagún (103) desde el siglo X y ya se le menciona en los documentos de aquella época como “Saneto Pedro de Campo Solís”. No escapa tampoco a los ojos de la historia, pues en el año 26 a.C. una de las columnas de Octavio Augusto establece su campamento en San Pedro Cansoles para adentrarse en Liébana. Ya Madoz, en su diccionario, hace mención a la corta de roble, que tanto abunda en su monte, y de donde extraen las labias de buenas dimensiones. Jaime García Reyero, recuerda el pasaje de las brujas, que según la tradic

Cueva del agua

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No he sido, y me arrepiento, un cronista de toda la montaña palentina. Me he limitado durante años a cantar las excelencias de una parte muy pequeña de esta montaña, que ahora venimos retratando de arriba a abajo y de lado a lado, y que ahora vamos descubriendo no sólo para quien quiera verlo, sino para nosotros, que no la ignorábamos porque nos la iban enseñando escritores y espeleólogos, pero que no veníamos a conocerla en las distintas estaciones del año, en las mismas preocupaciones que nos invadían a nosotros, en el mismo temor a perder poco a poco población, en un lamento que no trasciende pero que se nota cuando llegas de visita y te dispones a recorrerlo. Desconocía en esa magnitud esta montaña, me había limitado a citarla o a repetir lo que otros contaban de ella. Y cómo cambia todo cuando la miras desde dentro, con los pequeños gestos que la mantienen viva, con esa fuerza de voluntad que capitanean quienes nacieron y vivieron en el devenir de la historia.    Hace unos