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Turismo sostenible

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Son tantos proyectos los que han pasado a mejor vida sin que los ciudadanos lo hayamos percibido, que cuando nos anuncian otros proyectos de futuro inmediato, lo tomamos sin más como un escrito nuevo que se añade a todos aquellos planes que quedaron pendientes o se archivaron sin que volviéramos jamás a oír hablar de ellos. Inicialmente, lo que más te sorprende, es que todavía quede gente dispuesta a poner en marcha historias que impliquen la mejora de nuestros pueblos, a excepción, lógicamente, de los representantes de la Administración y de los Entes locales, que están dentro de este Plan de Acción que se cita y cuyo trabajo en sus respectivos municipios ha dado pie a la Carta de Turismo Sostenible. Aquí se han mencionado a lo largo de los últimos años inversiones millonarias que nunca se han llegado a ejecutar, ni siquiera el baile de millones que aparece en los carteles desde Cervera al puerto de Piedrasluengas en lo que respecta al arreglo de la carretera, por lo que uno se

Desde la cima de Tres Mares

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Al hilo del reciente artículo "A dos bandas" sobre Tres Mares, podría añadirse que este punto es, sin duda, la mejor y más accesible atalaya desde la que puede verse, sin más que girar la mirada desde Valdecebollas a Peña Labra, toda la Pernía y aun más allá, como si se tratase de un gran mapa en relieve. El acceso a Tres Mares desde Pernía es laborioso, pero desde Alto Campoo, en Cantabria, se llega sin dificultad. Desde Tres Mares se divisan cuatro pueblos de Pernía, los dos del Valle de Redondo, Tremaya y El Campo; los otros pueblos los oculta la orografía de la comarca. En cambio, se puede reconocer lo más destacado de la geografía perniana: el Pisuerga que escapa de la Cueva del Cobre, las Peñas del Moro, la Peña Tremaya, Abismo, Carazo, Maldrigo, Sierra de Albas y un largo etcétera, cerrándose el panorama con los más lejanos picos de la Peña Redonda, Santa Lucía o el inconfundible Curavacas y detrás la cadena que va desde el Espigüete a Peña Prieta, prolongándose ya

Cabria

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En el Becerro de las Behetrías (Siglo XIV) figura como “… lugar yermo en el que moran sólo hidalgos y en el que no hay pecheros.”, perteneciente a la Merindad de Aguilar y con Abadengo (de los abades de Aguilar, San Salvador de Oña y del Obispado de Burgos). Toponímicamente, el nombre del pueblo significa “el lugar de las cabras”, aunque también podría interpretarse como “el lugar alto” o de “Castro fortificado”. Este lugar estuvo ocupado, probablemente, en época romana, figurando en documentos medievales como “Civitas Cabria, Cambria o Camárica”. En las antiguas bulas (3) se le conoce como Quintanilla de Cabria y perteneció al Monasterio de Santa María la Real. En el Diccionario de Pascual Madoz (1846 y 1850), se contabilizan "12 casas, 14 vecinos, 73 almas y un presupuesto de 1106 reales..." Mención especial merece su iglesia de San Andrés que, aunque románica en buena medida, con una hermosa pila bautismal, sufre notables transformaciones en los siglos XVI, XVII

Una mariposa en Villafría

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En el corazón de los Picos de Europa se localiza Posada de Valdeón, la capital de los pueblos del valle, entre los que se encuentra Caín, donde se inicia la archiconocida ruta del Cares. ¿Y qué tiene que ver Villafría con el Cares?, se preguntarán ustedes con razón. La revista alemana Nachrichten des Entomologischen Vereins Apollo se hizo eco hace unos meses del descubrimiento de una nueva especie de mariposa, la Heterogynis yerayi o enlutada cántabra, que se localiza así mismo en la Sierra del Brezo, en torno a la localidad de Villafría de la Peña. Los biólogos David César Manceñido y Félix Javier González, en un pequeño ensayo que lleva por título "el valor de León" calculan que aquella provincia alberga 1020 especies de mariposas, algunas tan curiosas como la Danaus plexippus que se avistó en Cereales del Condado en Junio de 2011, o la extraña Eriogaster catax, que vuela entre finales de septiembre y principios de octubre en áreas de montaña y que por el mismo tiemp

Entre el cielo y la tierra

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Hay paisajes que son la memoria de nuestra tierra, que evocan otros tiempos, otras voces. Cierro los ojos y puedo recordar una por una las montañas que me rodean en un lento giro de 360º, los collados, las sendas que llevan a sus cimas, los pastos ahora dorados donde sestea el ganado y que disputan el ocre a los robles y compiten con el rojo de las hayas. Puedo escuchar el eco de la voz del Pisuerga, ahora pausado y agotado por el estío, que en primavera fluye poderoso e intratable con el brío de las aguas del deshielo que alimenta la nieve de las cumbres. Hay paisajes que son las voces olvidadas de quienes amaron nuestra montaña, la respetaron y legaron a sus hijos, y estos a los suyos y así hasta que esta se funda con el cielo en un paisaje único, casi onírico de cielos azules y nubes glaucas o tenebrosas, de piedra caliza vestida de líquenes añejos, de bosques que esconden el milagro de la Vida con mayúsculas, porque nuestra Montaña Palentina es Vida y está viva. Justo ahí, entre