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Otoño en la montaña

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La montaña palentina, vista hoy desde este marco entrañable del Otoño, conserva ese sabor especial de las antiguas piedras. Acaso no lo diga todo el nombre, pero la gente viene, la gente vuelve, la gente empieza a conocerla y como el vino que antaño los venteros mezclaban para darlo fuerza, así también se mezclan nuestras gentes con las gentes de fuera y sin miedo al futuro que presagian los libros, juntos recorren las entrañas de esta divina Tierra. © Froilán de Lózar © José Luis Estalayo Esta sección se muestra también en pinterest Sección de orígenes © A dos bandas.

Berzosilla

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El Ebro, que nace en la vertiente cántabra de Peñalabra pasa por este municipio, enclavado entre las provincias de Cantabria y Burgos que forman parte de la provincia de Palencia. En el Valle Cántabro de Valderredible, Palencia tiene también una estación de varios pueblos, entre ellos los que pertenecen al ayuntamiento de Berzosilla. Hacia un lado, los farallones del Páramo de la Lora y, hacia el otro, las montañas de Hijedo. Como anfitrión de honor, lo que causa extrañeza en muchas personas que lo ignoran, estas tierras están bañadas por el Ebro. Quienes manejan la toponimia, sugieren que el nombre proviene del céltico "berg" (monte o altura),  aunque no debemos descartar que se deba a los frondosos bosques de roble y brezo que rodean la localidad. En 1900 contaba con 486 habitantes, cifra que en poco más de dos décadas se ha quedado en 40, lo que ya nos da muestra del fenómeno de la despoblación que padecen todos y cada de los pueblos que aquí vamos mencio

Todo el Campo es orégano

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Pocos pueblos, tan pequeños, con tanta historia como el pueblo perniano de "El Campo", recogido lugar que, pese a no vivir ajeno a los problemas que acucian al mundo rural, bien se puede decir que atesora una sabrosa historia, donde convergen rutas camineras y donde se citan tradiciones y costumbres que nos llevan a conocer cómo era la vida en esta comarca norteña en los pasados siglos. En las citas de otros autores se recuerda, por ejemplo, la casona ya desaparecida de Domingo de Rábago, natural de Lombraña (Polaciones, Cantabria) emigrado a México y con descendencia en América, que obtuvo el título de Conde de Rábago en 1774, concedido por Carlos III, cuyo último titular conocido era Mauricio de los Casares y Bergstrom (1982). En el recuerdo de los más ancianos de los pueblos próximos, se mencionan las costumbres. Los toros también intervenían en la fiesta, pero no se mataban. Los vecinos de El Campo, pueblo al que llegamos próximamente en la sección "montaña

Báscones de Valdivia

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Aunque las referencias a esta localidad son muy escasas, parece que en 1039 la Condesa Ofresa figura en algún documento como donante de propiedades que tenía en varios pueblos para alcanzar la gracia de ser enterrada en el Monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo. En el Libro Becerro de las Behetrías, figuraba como lugar de realengo que le dio el Rey don Alfonso a su hijo don Tello. En los primeros años del siglo IX, gobernando Alfonso II de Asturias, pobladores provenientes de tierras cántabras y vascas van ocupando estas tierras de Castilla. Una prueba de estas repoblaciones vascas la encontramos en Báscones [28] de Valdivia.  Algunos investigadores aseguran que la mayor parte de esos repobladores procedían de Alava. La localidad está bañada por el Ibia, también denominado Covalagua, nombre de la cueva donde nace en Revilla de Pomar y donde se generan curiosas formaciones de caliza conocidas con el nombre de "tobas". En ese paraje de gran

Guardo es un buen comienzo

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Guardo siempre ha estado presente, pero prohibido para mi, lejano, aun latiendo en su interior enormes corazones de montaña. Es la otra cara de la moneda del cantor. Por más que cuide su voz, por más templanza que le imponga la tierra perniana donde crece, por más premura que le pida la tortuosa carretera que los comunica, siempre queda un hilo al que no llega, una puerta que no se abre, un silencio que no se entiende. Y le tienen que venir a despertar a uno personas como Yolanda o Eduardo, que se han implicado tanto en darle vida estos últimos años a la feria del libro, de manera que esto también te compromete a ti, en la medida de tus posibilidades; te empuja a tender lazos que complementen su labor, que alejen en buena medida el temor que a todos nos sugiere la inexorable decadencia de un pueblo como Guardo. Porque en torno a los grandes fueron creciendo los pequeños y aquí encontraron una razón para seguir; primero, las ferias y mercados; luego la robla, que movió