El conjuradero
Gonzalo Ortega, escritor y periodista que creció en esta casa y se prodigó con sus historias por las nuestras, recordaba en su "Solana" hace unos días los métodos que se utilizaron en muchos pueblos y ciudades de España para alejar los nublados, sobre todo en zonas cerealisticas. Pero los conjuradores estaban en todas partes, en cualquier lugar del mundo, como bien expone el mejicano Jacinto de la Serna en su "Tratado de las idolatrías, supersticiones y costumbres" donde se habla de los conjuradores a quienes los indios pagaban con reales o "pulque" para que ahuyentasen mediante sus conjuros las tempestades que amenazaban a sus mieses. En aquella cultura se les conoce también como graniceros. Una tormenta podía causar tal destrozo que hasta en las casas se preparaban auténticos rituales para luchar contra ella: se quemaba laurel, romero o tejo o se encendían las velas bendecidas en "Las Candelas". Leo en un número de la Fundación