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Carretera en proyecto permanente

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No voy a cambiar el discurso. No lo he cambiado nunca y menos a estas alturas de la vida. Hoy toca nuevamente carretera. El discurso recurrente de los otros, busca de forma premeditada y repetitiva votos y beneplácitos para los próximos comicios. El nuestro es un tic incesante que busca mejoras y resultados para 2000 personas que van y vienen por la montaña; alguno más que la utiliza de trampolín hacia Cantabria o como ruta del románico que pasa por estos últimos pueblos de Palencia. Y para Palencia en general que tiene aquí un inmenso balón de oxígeno que debe cuidar, quedando cada día menos gente dispuesta a regar este inmenso y desconocido jardín, permítanme esta licencia. El mensaje de los políticos, siempre llega cargado de promesas. Y no me vengan con milongas porque los candidatos ya saben de sobra, deben saberlo -ignorarlo no les exime de culpa- lo que necesita el pueblo. El pueblo necesita que se cumplan las promesas que hicieron, y donde ya juraron sobre la biblia qu

El simulacro

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Aunque el tiempo amaina considerablemente la sensación que nos dejó febrero, me niego a dejar pasar esta ocasión sin contestar a quienes la semana pasada hacían balance en Cervera de Pisuerga sobre el último temporal; desde luego, la mayor nevada de lo que va de siglo y una de las más grandes en muchos años, posiblemente, calculando el mes de incomunicación con Palencia que vivió Piedrasluengas, mayor que la que vivimos en San Salvador en 1981, una semana incomunicados, sin luz y sin teléfono en Pernía y quince días cerrados los pueblos de la Castillería. Será por lo del cambio climático, obedezca o no a ciertas normas que no entendemos de la meteorología, esta vez la nieve ha cubierto villas como Reinosa o Aguilar, convertidos estos puntos en centros de referencia para los medios de comunicación. A través de ellos y a través de quienes pululan por las redes sociales, que son un pulso en nuestro tiempo, aunque algunos se nieguen a admitirlo, hemos sido alertados de la dimensión

Golobareando

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En base a lo que se tiró en aquel lugar de la provincia, Enrique Martín, uno de los últimos presidentes de la Diputación de Palencia, hizo amago de llevar una solución al Golobar, un parador de invierno que la misma Institución, siendo presidente Angel Casas Carnicero, comenzó a construir allá por la década de los 70 del pasado siglo. Lo he contado aquí y lo he contado en otros sitios, no por vanagloriarme de contarlo, que vergüenza me da, sino porque lo sepa también la gente más joven y no se vuelva a cometer la torpeza de hacer castillos en el aire. Para que nos entendamos. El parador del Golobar fue en Palencia como el aeropuerto ahora en Castellón. Torpes mausoleos a la memoria de quien apostó por ello, sin que sepamos bien , en nuestro caso a qué se debió la paralización de las obras cuando se había hecho lo más costoso: una carretera mejor que muchas de las que ahora se utilizan, se había subido la luz y estaba en pie el edificio, que los desaprensivos y viandantes se d

Los tres Mier

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A lo largo de mi vida sólo he coleccionado libros. Tantos libros que no he podido hasta el momento ordenarlos todos, hacer una biblioteca en toda regla; que la casa sea, esencialmente, un lugar donde a cada paso te encuentres con los libros. Después de muchas vueltas, he conseguido colocar los más queridos, aquellos a los que acudo con más frecuencia, soportando por ello, todo hay que decirlo, buenas reprimendas de la familia que, aunque son buenas lectoras y estudiantes, no comprenden esta locura mía por el papel. Entre los que he conseguido colocar se encuentra uno muy singular. Se trata de la segunda edición corregida y aumentada sobre la historia General del Derecho Español, cuyo autor fue el político de Verdeña Matías Barrio y Mier. No tendría mayor importancia si no viniera dedicado por otro Mier, el abogado José Luis de Mier, que me lo entrega en la espectacular biblioteca de su casa rural, en Santamaría de Redondo y, cuya reseña, a punto de cumplirse el aniversario de

Un bólido en Villalbeto

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El 9 de Julio de 1931, Rosa, una niña de 11 años, se encontraba jugando a las afueras del municipio leonés de Ardón cuando escuchó un gran estruendo y vio a pocos metros de ella una pequeña roca humeante que había caído del cielo. Una historia similar se repite el día 4 de Enero de 2004 en Villalbeto, un pueblo de la Peña, a medio camino entre Cervera y Guardo, fundado por un tal "Albito", al que se refieren los documentos del Monasterio de San Román. Aquella tarde de domingo, según leo de un testigo, un potente flash lo invadió todo y el tiempo pareció detenerse en muchos kilómetros a la redonda. Las referencias, al principio eran confusas. El asteroide se fragmentó al entrar en la atmósfera y, curiosamente, no entiendo de qué modo, aseguran que por primera vez en España se pudo seguir con precisión la trayectoria seguida por el mismo. Así se supo que el objeto sobrevoló el sur de la provincia de León, pasando a 80 kilómetros de altura por la capital, y dirigiéndose

Decir adiós sin despedirse

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No se entiende ni se valora la lucha que, desde otro punto de vista, otros mantienen por lo mismo, y es habitual bajar las espadas o volcarnos en vanas alabanzas cuando aquellos se debilitan por algún motivo o cuando mueren, triste canción que se repite aquí y en todas partes desde que el mundo es mundo. Generalmente, todo lo que nos hace daño se mueve con más ímpetu, y cuando no se hace daño, o no hay virulencia en la demanda, o no se crea suficiente polémica, pues parece que lo que vayas a decir está de sobra. Quienes por contrato o por hábito nos ejercitamos en la tercera de un diario con tanta solera como el nuestro, es evidente que no disfrutamos a la hora de reclamar la mejora que ansiamos para los lugares donde nacimos, si para ello tenemos que defenestrar a quienes por voluntad del pueblo ocupan el asiento en una institución o parlamento. Parece que no me acompaña la suerte. Entre los artículos que remitía al diario hace unos días, se encontraba uno para publica

Después de la tormenta, llega la reflexión

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Ahora culpamos a todo el mundo, al del tiempo, que pronosticó que nevaría, y nevó, sí, pero no nevó tanto como decía; o al contrario, llegaba un temporal que era evidente en los monitores de los meteorólogos y que luego un viento norte desvió hacia otro sitio. Culpamos al mundo, culpamos a quien sea, sin darnos cuenta que nadie colmará nuestras ansias de arreglarlo todo con un soplo. La nieve no la echa ningún partido político, eso es evidente; ni al tiempo le puede detener ninguna ideología. Los inviernos como este pasaron hace 50 años y no es cuestión de atrincherarse con un millón de máquinas. Pero hay que educarse también para las ausencias, para los peligros, para las situaciones intempestivas que vienen de otros puntos y de las que no se puede culpar a quien lleva la máquina. Nadie se lanza a tumba abierta, en una ruta peligrosa, cuando sigue apretando la tormenta y la ventisca no te deja ver las balizas de señalización. Hemos pasado de no decir nada a explotar e