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Carta europea

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Llevo muchos años exponiendo historias, con un planteamiento firme de llevarlas tan lejos como sea posible. Que la montaña se pronuncie, que resuene, que se mueva en esa especie de boca a boca que tantos buenos paños rescató del pasado. Pero sucede que nunca es suficiente como prueba lo que se encuentra y lo que se cuenta, por más valor y enjundia que atesore. No se ponen de acuerdo gobernantes y expertos en el mejor modo de administrarlo, acudiendo de tiempo en tiempo a proyectos que se presentan como empujones para venderla al mundo. Es la conclusión que saco de esa apuesta reciente por la calidad que ahora se persigue de cara a obtener la carta europea de turismo sostenible. Y lo que sorprende es la contradicción en la que entran muchas de las personas que ahora se suman a la puesta en marcha de ese sistema de calidad. Quienes se oponen a San Glorio, vuelven la cara sorprendidos al ver entre los promotores de esta iniciativa a personas que han apoyado la esta

Para desbrozar los montes

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Es significativo y clarificador un artículo que escribe Herminio Ramos en la Opinión de Zamora y que comienza recordando lo que repetimos una vez tras otra en este espacio: de qué manera algunos medios fijan los ojos en las zonas rurales por todo aquello que va sólidamente engarzado al fenómeno de la despoblación, olvidando de ellos que fueron la reserva humana y aspectos como al que hace referencia del abandono de los bosques. Por allí miles de hectáreas de encinares comienzan a secarse, no se hacen cabañales, ni carbón, ni cisco y por aquí se hechan de menos las huebras y sorprende a los propios ganaderos el cierre para todo tipo de ganados del monte de La Cajiguera y la prohibición que algún iluminado hizo de las cabras. Aquí, lo poco que vemos de los montes, porque todo está acotado, incluso con muchas dificultades para los pocos que todavía lo trabajan, está sucio y perdido. Cuando los carros eran movidos por una pareja de vacas -me recuerda un amigo y compañero de estudi

Tardes de biblioteca

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Aunque estamos en contacto permanente durante todo el año, he vuelto a encontrarme este mes de agosto con José Luis de Mier en Santamaría de Redondo, en una casa rural decorada al gusto antiguo, cuyas obras iniciales no presagiaban tan agradable final. No le falta detalle. Desde la parte superior, uno se asoma a los balcones para admirar, como si de otro barrio se tratara, el movimiento de la casa en las estancias inferiores. Un piano en una esquina del salón principal y una ventana ciega que, al abrirse, nos muestra un libro con la historia de Palencia. Pero lo que era ya un lujo, de cualquier manera que se mirase, era un local anexo, donde mi amigo ha instalado una de las mejores bibliotecas rurales del mundo. Desde una de las mesas de trabajo, se contemplan en todo su esplendor las Peñas del moro, las que dan curso a la leyenda de Viarce que hizo verso  nuestro político y diputado Barrio y Mier, publicadas por primera vez en 1871, y con posterioridad en 1908; los dos primero

Informe sobre Valsurbio en 1973: "las casas, casi en su totalidad, se encuentran en ruinas".

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Valsurbio, o los restos de un pequeño pueblo ganadero situado a 1.500 metros de altura, ahora pertenece al municipio de Velilla del Río Carrión y a la Naturaleza. Los accesos, por el santuario de la Virgen del Brezo, Valcobero y Camporredondo, solo son útiles para todo terrenos. Juan Carlos Castro - Diario Palentino Las calles del pueblo están comidas por la hierba y en la plaza, donde antes los niños jugaban, ahora solo queda un cartel: «Se prohibe terminantemente extraer piedra del término municipal de Valsurbio bajo pena de sanción grave de 3.000 euros». Los sonidos que ahora reinan entre los pocos muros que quedan en pie, ya no son voces humanas, el ladrido de un corzo, los trinos de los pájaros y, en septiembre, el estremecedor tronar de la berrea. Solo dos casas quedan en la localidad, una de reciente factura y otra reconstruida lustros atrás. El primer registro que se conserva sobre el pueblo en el Ayuntamiento Velilla, forma parte de las memorias de Valcobero y está fe

Crónicas estivales

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Dos crónicas que aparecen casi simultáneamente en nuestro diario a primeros de agosto, me sirven para la reflexión de hoy, siempre que tienen relación con lo que venimos comentando en este espacio sobre el mundo rural y, más concretamente, sobre la montaña palentina. La primera se genera en Valsurbio,  a 15 kilómetros de Velilla del Río Carrión. Juan Carlos Castro vuelve a hincar el bolígrafo en la llaga, la tripa abierta del cadáver de un pueblo que murió afectado por todos los males que ahora mismo amenazan a tantos pequeños pueblos de nuestra región. Parece que a casi todos los efectos el lugar se despobló el 1 de febrero de 1973. Digo a casi todos porque, siempre hay alguien que se resiste a abandonarlo, siempre hay alguno que aguanta aún sin luz, como es el caso, o alguno de esos locos románticos que vuelven buscando sus raíces, aunque no tenga trascendencia el hecho ni aparezca la referencia en medios de gran tirada, donde alguno más podría contagiarse de su idea. Curios