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La viborera de Piedrasluengas

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Es posible que los años y el devenir de los acontecimientos, vayan inmunizándote a muchas expresiones que ahora se advierten en esos conservacionistas de ciudad, que vienen de paseo y, ya de paso, quieren imponer a toda costa un orden y un modelo de vida animal o florístico. Ellos no cambian su canción, siguen obsesionados con "sus" osos y "sus" plantas. Viene esto a colación porque en lo últimos meses ha tomado mucha resonancia el nombre de la viborera azul de Piedrasluengas. Esta planta vivaz, de hasta 40 cms de altura, conocida también como "Echium cantábricum", florece en Junio y Julio. Alejandro Diez Riol hace una descripción completa de la misma: "Raiz fuerte, roseta basal de hojas grandes lanceoladas y nervios muy visibles en el envés; flores azules o violáceas, con estambres y pistilos muy sobresalientes". Lo cierto es que esta planta, que se encuentra en la ladera que lleva desde la Venta del Horquero a Peñalabra, está incluida en e

Por fuentes y valles

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Es verdad que, en lo que pudiéramos denominar el aspecto físico, hemos sido dotados de una riqueza incalculable. A ello quiero referirme en las tres próximas entregas, ahondado así en las informaciones que sobre la zona se han ido generando. Porque la insistencia es la base del conocimiento, sobre todo, en nuestro caso: pueblos pequeños, pueblos lejanos, pueblos agonizando... Sorprende, sobre todo, el caso de Los Llazos, donde una casa abierta se asoma a un valle inmenso. Es una especie de lucha contra todo, porque todo está en contra, porque todos están al otro lado, mientras van asistiendo al deterioro que hace mella sobre el entorno. Belleza, soledad, silencio y miedo. Miedo a pensar cuando llega la noche y sopla el viento y el invierno se mete por todos los resquicios. Es el mismo invierno contra el que todos protestan en Madrid, pero tú también eres invierno para ellos, prisionero de una decisión firme, como era la de vivir tu vida aquí, en estas condiciones, a riesgo de no

Comunicar la Tierra

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Cuando estás a gusto en un lugar, cuando lo que cuentas no sólo te compensa emocionalmente, si no que te da la ocasión de trasladar ese planteamiento a ese lector a quien has hecho cómplice, el resultado es positivo. No es fácil este oficio de rememorar los viejos pasos, de taponar esas grietas que aquí se notan tanto, de escribir sobre algo o sobre alguien y percibir ese aliento cómplice que te obliga ligeramente a renombrar esas escenas y esas gentes tan abandonadas a su suerte. Va a hacer un año en Julio de la Feria del Libro que anualmente se celebra en Cervera de Pisuerga, no como aquellas ganaderas de antaño, pero tan esperada y concurrida. Recuerdo que se me acercó una mujer del Valle Estrecho para que le dedicara un libro. Ya lo había hecho antes con mucha gente de Celada, Casavegas, Los Redondos… "Tiene usted que escribir algo de aquella tierra" -me dijo. Eso solo te engorda. Alguien que te recuerde, que te cite, que te agradezca. Alguien que piense que aque

Justificar una medalla

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Las medallas siempre llegan muy tarde. Como esa experiencia que te piden cuando terminas el estudio, o ese estudio que te requieren cuando pierdes el trabajo. Da la impresión, creo que muchos la tenemos, de que todo esto forma parte del sistema. Un enredo para distraernos, una llave para manejarnos, una fórmula que siempre está en el candelero.  Una medalla que en cualquier caso, en este sobre todo, llega al final de una vida dedicada en buena medida a rescatar del olvido todo eso que hoy nos muestra en su Museo, cuando ya al agasajado no le quedan ni fuerzas para responder con nuevos trabajos, ni bríos suficientes para agradecer ese estímulo que siempre te aporta el agradecimiento de los demás. Porque hay vidas ya vividas, de sobra conocidas, que no necesitan ninguna de los tres: ni experiencia, ni estudio, ni medalla. Piedad tiene una experiencia de 82 años. Su vida es un trozo de esta tierra a la que ha vivido pegada desde sus curiosos comienzos como reportera de

Un grito por la Ojeda

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Nuestras imágenes, restos arqueológicos, arte sacro o civil, piedras talladas, vestiduras…, solamente se prestarán a Museos o similares de Castilla-León, previa firma de un Documento que acredite su devolución posterior". Esta es una de las Ordenanzas a las que alude Rafael Palacios, escritor de aquel valle y tiene su explicación porque, en los años de atrás, llegaron a diversos lugares de EEUU imágenes y esculturas propiedad de La Ojeda y de otros pueblos de la montaña. Hace ya un tiempo, mi amigo Amando Vega, profesor en la UPV, verdadero impulsor de la recuperación de la ermita de San Jorde, me propuso una iniciativa para salvar el templo del siglo XIII que aún luce su espadaña y su troncocónica pila bautismal. A nuestra propuesta se fueron sumando en los distintos foros, gentes que habían nacido o tenían sus raíces en este lugar abandonado: Olea de Boedo, Zorita del Páramo; 5 Jordes de Sudamérica por Santa Cruz y Bolivia que buscaban el origen de su apellido…