Escenas de la vida rural
José Luis de Mier y José Damián Simal Los habitantes Los habitantes eran esencialmente buenos. Estaban metidos en su trajín diario. No tenían más aspiraciones que sobrevivir. No había impulso alguno que les moviera a romper aquel endiablado círculo de trabajo y dificultades. Pocos salieron del pueblo salvo para ir a las ferias a vender una vaca o a Liébana para comprar un cerdo, o a la mili en el Norte de África, de donde volvían cargados de piedras de mechero o de plumas estilográficas que tampoco se podían vender. Las habían comprado en Tánger. Conocidas eran las historias que contaban los que habían ido a la mili y que se repetían de boca en boca. Algunos vecinos impulsaron el que sus hijos fueran a Colegios de frailes. Estábamos en los años de la posguerra y con abundantes vocaciones religiosas. La realidad es que la inmensa mayoría respondía al interés en salir del pueblo. Los padres llevaban a sus hijos a los colegios de curas a primeros de octubre. Sólo una minoría aprovec