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Toma el carbón y corre

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Como el hombre tropieza más de una vez en la misma piedra y esa piedra es el motivo de esta historia, he de pronunciarme con claridad sobre este asunto del carbón a cielo abierto que ahora ruge con fuerza hacia las tierras que miran a la villa de Guardo. Que no vengan ahora los empresarios anotando los puestos de trabajo que implica, porque sabemos cómo queda un limón cuando lo exprimen. Porque conocimos ya la devastación de Santullán y debemos intuir el incumplimiento de empresarios y políticos; los primeros, porque prefirieron perder el dinero que entregaban en depósito y, los segundos, alcaldes y concejales de los pueblos, porque desviaron el dinero hacia otros menesteres y se pasaron por alto la restauración de los terrenos. Esa es la gran verdad y, aunque deban matizarse algunos hechos, han de servir de ejemplo los calveros que dejaron abiertos. “Guardo no será un nuevo Barruelo” –respondió Evilio Morán en 1994 a un periodista de esta casa, haciendo clara alusión al eje vital

Antropología de la ferocidad

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Un miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se desplazó en la década de 1970 a las tierras de Liébana, cerca de nuestra provincia, para elaborar un estudio profundo de lo que el autor denominó “rara pureza”; “una estructura económico-social, una cultura y una ecología perfectamente tradicionales en los pueblos del norte de España”. Javier López Linage, que estableció en Bárago su cuartel general, ya dedujo entonces que sus reflexiones sobre aquella forma de vida podían ser aplicables, con leves matices, a todos los pueblos lebaniegos ya muchos otros de toda Cantabria. Aprovechando dicha coyuntura, iremos más lejos, para afirmar que tales definiciones nos alcanzan: la belleza es un caudal inagotable y no debemos olvidar que conservarlo ha supuesto un enorme sacrificio en los lugares donde no han sido buenos los accesos, han sido muy duros los inviernos y el censo de población –pese a las perspectivas turísticas que ahora se barajan– sigue descendiendo.

Como se mueve el agua en la batea

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He perdido la fe en cuanto he visto las dificultades que imperan para hacer realidad ese proyecto de unificar las voces. Ha sido un momento. No me atrevía a decírselo por miedo a que lo tomaran como un pulso, que saben lo que me impone perderles a ustedes por una apuesta. Por este motivo anduve perdido durante unos meses, sin programa ni deseos de blandir el bolígrafo, que la crítica o la reflexión ha de hacerse sereno, pues si el hecho de situarse ante un papel en blanco es ya de por sí un ejercicio duro, hacerlo con la fe por los suelos es doblegar un poco otras estaciones donde se visualizan el amor, la esperanza, el sosiego y otras muchas facetas y actitudes que sin la fe se encuentran notablemente disminuidas. Aunque en otros aspectos de la vida podría pasar por un ser ordenado, pocas veces como ahora he abandonado los proyectos: la revisión de alguna vieja novela, la elaboración de algún relato, llegando a detener lo que comenzó siendo una biografía de Barrio y Mier y

Palencia y su montaña (y II)

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Contestando al artículo del escritor Jaime García Reyero: "¿Qué es la Montaña Palentina?" Ver también Palencia y su Montaña I "Santa Ana, madre de la Virgen, abuela por línea materna del Señor, es la patrona de Piedrasluengas, el último pueblo de Palencia si tomamos la dirección de Potes". Isidro Cicero, viajero y escritor cántabro, recuerda en un libro pequeño pero muy ameno, cuando las mayordomas del lugar solían cambiarla de capisayos, según fueran cambiando las solemnidades del año litúrgico. Así, en una ocasiones la revestían de Santa Ana, otras de Santa Eulalia, de Inmaculada y, en ocasiones, de San Antolín, obispo y patrono de Palencia. De ahí procede la plegaria que los romeros cantaban en las procesiones el 26 de Julio: ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 470

Palencia y su montaña (I)

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Contestando al artículo del escritor alarense Jaime García Reyero: "¿Qué es la Montaña Palentina?" Froilán de Lózar Siendo muy niño, cuando toreaban el Cordobés y el Viti en la vieja plaza, yo bajaba con mi padre a los San Antolines y de su mano, y de la mano de los representantes que a él le vendían las cosas, recorría la ciudad, entonces tan gigantesca y distante para mí. Mi padre nunca faltó a las fiestas de la capital, a excepción de estos últimos años, cuando ya mi madre quedó atrapada por completo en las redes del Parkinson. Paseando por la calle Mayor, Luis me narraba con añoranza los años pasados en Cervera y en Guardo, la incertidumbre que le embargó al llegar por primera vez como maestro a San Felices de Castillería, y yo buscaba una excusa que me devolviera, si no la figura, sí la esencia y el entusiasmo de mi interlocutor. Amigo Jaime, luego te explicaré por qué considero necesario que en Palencia se desate ese interés creciente hacia la mon