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El Oso

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César Rueda, mi joven pariente de Polentinos, lleva bien anotadas las veces que ha visto al oso. Treinta y cinco, me dice, con un halo de incredulidad rezumando en sus ojos, propio de quien trabaja para ellos, a la orden de la Fundación Oso Pardo. Le pregunto por Guillermo Palomero, el presidente, uno de los hombres, es verdad, y a los hechos me remito, que más fe han depositado en este empeño de conservar para las generaciones venideras el escaso y magnífico legado de los osos ibéricos. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 260

Casas y hospederías

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Vengo de visitar el convento de San Andrés de Arroyo, donde la priora, Delia Cajigal, hermana de los herreros de mi pueblo, Pepe y Conrado, que en su día me participó toda la historia que allí dentro se mueve, me comunica, en medio de las otras religiosas, la desaparición de la cabeza del patrono, una talla preciosa que algún experto en robos sacros cortó con destreza para que luzca hoy a escondidas, quién sabe dónde, lejos de aquellas tapias. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 150

Asomados a esta tierra

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Nada que ver con los nacionalismos. Nada. Ni una palabra. Ni una mirada. Ni una pizca de comprensión hacia sus pautas. Para mí hay un mundo ahí afuera sin hogar y sin patria, hay un mundo con gentes de todos los colores al que me gustaría pertenecer. Para ellos, el mundo -entiendo yo- es una isla con su bandera, con su himno, con su lengua. Ellos quieren vivir en minúsculas, en solitario, sin ligaduras de ningún tipo a quien de alguna manera estuvieron unidos durante años. Quieren vivir por ellos y para ellos solos. Nada que ver con estos autosuficientes y convencidos independentistas. Nada que ver con ningún tipo de nacionalismo, ni con el nuestro. Nada que ver con ninguna fuerza política, ni del País Vasco donde vivo, ni de Castilla, la tierra de la que procedo. La tierra de mis padres, la tierra de mis antepasados, personajes escondidos de un diario cualquiera de Miguel Delibes, al pie de Peña Labra, tocando ya las Ventas cántabras. ¿ Castilla está olvidada?  Es el l

Después del encanto

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Sigo con interés todas las historias que en los últimos años se vienen publicando en los periódicos sobre la Montaña palentina. Con interés y con preocupación. Más de lo segundo que de lo primero, porque ni machacando la piedra, como nos auguraron, se hace agujero, se consigue el afianzamiento mil veces pronosticado. Y lo sabemos. Y no podemos hacer nada. Es importante que antes y después de estas palabras: que antes y después de este escrito, vengan otros, que canten aquellos que lo sienten y lo viven de manera distinta y que sus cantos minimicen así nuestro presunto abatimiento. Si hay cien personas en un pueblo y a las cien les preguntan lo mismo, te darán cien respuestas distintas. Sabes que habrá cien puntos encontrados, cien capítulos de una historia diminuta que lo aúnan todo: progreso y decadencia, envidia y duelo, desprecio y remordimiento... Todo el mundo sabe desde hace mucho tiempo que los pueblos se mueren. No se puede evitar que mueran las personas que trabajan en

¿Hay alguien ahí fuera?

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Desde pequeño, como la niña que recrea el personaje de Jodie Foster en la película ‘Contact’, siempre me sentí atraído por el misterio de otros mundos. Frente a la soledad a la que el ser humano debe encararse cada día y a los grandes acontecimientos que cambiaron la visión de las cosas, hemos tenido la suerte de nacer en una época jalonada de acontecimientos y de avances.   Hace unos años, cuando conocí a través de los medios de comunicación que existía una agencia en Barcelona que contrataba viajes al espacio para primeros del 2000, hice una fotocopia y se la entregué a un amigo apasionado de todo aquello relacionado con la ciencia. “Piden quince millones por un viaje de una semana” —le advertí. “¿Sólo quince millones? Eso es un regalo. ¿Tú sabes lo que eso significa?”. Y entonces comprendí que no necesitaba preguntarle más. A través de un cristal imaginario, vi mi cara de niño contemplando el cielo desde un monte cercano a nuestra casa. Éramos cosas diminutas frente a aquel Univ