Como un cuento de hadas
Sobre un verde intenso, que se extiende como un mar sobre este hermoso valle de Cantabria, al visitar Caloca, uno se adentra por sus empinadas callejuelas, por donde se mezclan los olores a robles, hayas y alcornoques. Hasta en los días más cálidos (raro que se superen aquí los 25 grados) la chimenea humea y la sensación de paz te invade, en estos lugares donde el turismo no lo ocupa todo, como sucede en Potes, pocos kilómetros más abajo. Bajo la atenta mirada de dos estupendos labradores, observamos el bosque lebaniego. Una periodista viajera lo definiría como "una pincelada azafranada"; otro bloguero, escribe que estos bosques han salido de un cuento de hadas, describiendo lugares cercanos a estos de Caloca y Vendejo poblados de robles enormes y de bellísimos acebos. Los habitantes del norte de Palencia, sobre todo los ganaderos, cuando suben a revisar los ganados que pastan en el puerto de Pineda, suelen mirar hacia este pueblo desde el ojo de Vistruey, en Casavega